Darío Castelo pide sólo la reserva de su rostro. Quiere preservarse a él y a su familia, compuesta por su esposa y sus hijos de diez, seis y cuatro años. Sabe que la pelea que encara todavía no se terminó: a los 42 años, y pese a un contundente fallo de la justicia en su favor, la batalla legal sigue abierta.
Es que el veredicto que lo absolvió por la acusación de abusos que tuvo en su contra puede ser apelado por el Ministerio Público Fiscal y eso dejaría el trámite abierto hasta tanto se expida el tribunal de alzada. Pero, por el momento, disfruta de una suerte de renacimiento. “Es una gran alegría que triunfe la verdad y que se aclaren las cosas”, asegura.
Como contó Primer Plano Online el domingo pasado, la jueza Débora Jorgelina Ramírez, del Tribunal en lo Criminal Nº 6 de San Isidro, absolvió al docente de la acusación por abuso sexual reiterado en cuatro hechos, agravado por resultar encargado de la educación o guarda de las supuestas víctimas, en situaciones denunciadas como ocurridas en el interior del jardín San José del Instituto Don Orione en la ciudad de Victoria, partido de San Fernando.
“Yo tenía ya la inocencia de todo mi sector social que me conoce, de todo el cuerpo docente donde yo he trabajado durante 18 años y sentía la inocencia de la sociedad en donde me conocen, donde me vieron trabajando, la gente del jardín que me vio trabajar, pero faltaba la inocencia legal. Yo pensé que iba a ser inmediata, porque los dichos (denunciados) no correspondían con los hechos y se podía demostrar. Incluso la primera pericia forense ya había sido negativa”, señala en la entrevista con este medio vía telefónica.
Según recuerda, él se enteró de las acusaciones en su contra un viernes, cuando llegó al establecimiento educativo a tomar su cursada como de costumbre, y la directora se acercó a hablarle para preguntarle cómo había sido la clase anterior, día en que supuestamente sucedieron los abusos, sin decirle nada al respecto. Luego de la charla sí le explicó la situación y el profesor se fue a su casa. Ese fin de semana fue cuando todo estalló: recibió múltiples escraches, incluso en la puerta del jardín, y al miércoles siguiente, cuando se presentó ante la justicia a brindar su testimonio, quedó detenido por 15 meses.
“Yo no esperaba ni una denuncia en mi contra, porque yo trabajando con chicos soy muy respetuoso siempre. Más en el jardín, donde no había trabajado nunca. Yo trabajé 18 años en primaria, en secundaria, con muy buenas reputaciones, muy buen desempeño con mis alumnos, con mis directivos, y en el jardín trabajé en 2020 en forma virtual y en 2021 habré trabajado creo que tres meses en total, entre idas y vueltas. Y eso bastó para que me denuncien por algo que no existió nunca”, enfatiza.
Su tono de voz pausado después del infierno que padeció injustamente no le impide expresarse a modo de mensaje para otros colegas, varones y mujeres, que atraviesan situaciones similares. Coincide, en esa mirada, con su abogado, Sebastián Chouela: “el 90 por ciento de las denuncias por abuso sexual en establecimientos educativos son falsas o erróneas”, estimó el letrado a Primer Plano Online. Esos datos contrastan con lo que ocurre en el ámbito intrafamiliar, en donde “las estadísticas establecen que el 85 por ciento son verdaderas”.
Castelo también repasa su paso por la cárcel, y revela cómo entró y cómo egresó de un sistema que lo privó de su libertad por un delito que no cometió. “Uno piensa que la justicia investiga, que aclara los hechos, pero yo me fui con una decepción. Gracias a Dios en mi caso el veredicto y el fallo es muy esclarecedor, pero hay muchos inocentes que pagan el precio de cosas que no hicieron y eso es muy doloroso”, subraya.
Destaca el respaldo de su esposa, que “me bancó en todo momento” y “jamás me soltó la mano”. “He llorado mucho de emoción en la cárcel y en la comisaría por la gente que me apoyaba”, evoca sus momentos más traumáticos. Y se refugia en aquella expresión que gritó en la fiscalía en una de las entrevistas con peritos. “Los abogados me recomendaron que no enfrente los escraches y en una entrevista con un psicólogo me indigné, porque sentía que no tenía que estar ahí. Sentí la voz desde lo más profundo de mi estómago para gritar que era inocente”, rememora.
Estuvo detenido en una comisaría con capacidad para cuatro personas en donde había doce alojados, luego lo llevaron a la cárcel de General Alvear hasta que finalmente fue excarcelado. Llegó al juicio y en todo momento se defendió y descalificó los hechos que le imputaban con el mismo argumento: eso no podía haber pasado tal cual se describía. La justicia le dio la razón: la jueza habló de una instrucción mal hecha, con entrevistas de profesionales que indujeron las respuestas de las supuestas víctimas, nenas de cuatro años, mediante “tortuosos y desatinados interrogatorios”.
Con el fallo a su favor, ahora Castelo espera por intentar rehacer su vida laboral. “El que creyó en mí, va a crecer creyendo. El que no creyó en mí debería leer objetivamente las explicaciones planteadas, que la verdad que son muy esclarecedoras. Yo creo que el que piensa mal difícilmente lo va a cambiar”, sintetiza. Y deja una frase para entender cómo quedó su oficio, ese para el que se preparó y ejerció durante años.
“Hoy por hoy me decís entrar a un aula y tengo miedo a entrar a un aula. Es lo que yo más amo y me dediqué, para lo que sirvo, para lo que soy bueno, y me encantaría poder hacerlo en paz. Me encantaría encontrar esa paz necesaria para disfrutar el aula. Hoy no la tengo”, cierra la charla con este medio, no sin antes recomendar a quienes estén pasando por una situación similar que declaren y cuenten su verdad en cada oportunidad que tengan.