El Concejo Deliberante de Hurlingham convirtió a ese distrito en el primer Municipio bonaerense en sancionar una ordenanza que castiga el acoso callejero que padecen mujeres de diferentes edades en la vía pública, y que se manifiesta de varias maneras.
Votada por unanimidad, la flamante norma, impulsada por la concejal Cecilia Sáenz, del bloque de Unidad Ciudadana-Frente para la Victoria, se refiere a los comentarios directos al cuerpo no consentidos, fotografiar o grabar en forma no consentida, al contacto físico indebido no consentido, a la persecución o arrinconamiento y masturbación o exhibicionismo, gestos obscenos u otras expresiones similares.
Proyectos de estas características fueron presentados en La Plata y en Mercedes pero aún no fueron tratados. Por otro lado en la Ciudad de Buenos Aires existe desde el año 2016 y es una contravención. También fueron ingresadas propuestas similares en la Cámara de Diputados de la Nación y en la Legislatura provincial, pero aún no tuvieron tratamiento.
En sus fundamentos, el texto se propone “prevenir y sancionar el acoso en espacios públicos o de acceso público, verbal o físico, que hostigue, maltrate o intimide y que afecte en general la dignidad, la libertad, el libre tránsito y el derecho a la integridad física o moral de mujeres o quienes se perciban como tal, basados en su condición de género, identidad u orientación sexual”.
Además de contemplar multas económicas, la ordenanza estipula la realización de charlas en las escuelas para poder hablar con las adolescentes, que son acaso el sector más vulnerable y las primeras víctimas del acoso callejero vinculado a sus primeros contactos con la independencia y también con visibilizar la sexualidad. “La idea es crear generaciones con otro tipo de conciencia y otro tipo de vínculo con el espacio público y las mujeres”, dijo Sáenz a Primer Plano Online.
En rigor, se trata de amparar el derecho de las mujeres a caminar libremente por la calle sin ser objeto de acoso de ningún tipo y desterrar, entre otras cosas, el mal llamado piropo, sea agresivo o no. Un piropo que puede derivar en otras cuestiones mucho más violentas y que expone a las víctimas a estar permanentemente a la defensiva, al igual que lo que ocurre en el trasporte público.