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miércoles, noviembre 29, 2023
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Después del infierno de la cárcel, el íntimo festejo de Esteban Caamaño, el chofer que volvió a ser libre

En febrero de 2023 cumplirá 25 años como chofer de empresa 216. Maneja actualmente el interno 136 de la línea 236 y recorre las calles del oeste del conurbano aún con temor. Es que jamás tuvo un solo problema y su realidad de un día para el otro se le convirtió en un infierno. Por eso sabe que hasta un mínimo incidente de tránsito lo puede poner en la mira.

Mechón rubio en la cabellera, remera heavy metal con jean y zapatillas, Esteban Caamaño recibe a Primer Plano Online en su casa de la calle Zabaleta al 500, en Libertad, partido de Merlo. Zona humilde, de familias laburantes, apenas dos cuadras después de las vías del Belgrano sur. Una casa que está en plena reconstrucción, porque estuvo tomada casi todo el tiempo en él que estuvo detenido.

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Lo primero que hace el colectivero es agradecer la visita: fue una invitación especial hecha a modo de gratitud, porque este medio hizo público su caso a raíz de un mensaje enviado por una de sus hijas. El menú es asado y la excusa bien lo vale: cumple 27 años de casado con Gabriela, su mujer de toda la vida, a la que conoció trabajando en una remisería de Morón sur, de donde son oriundos los dos.

“Por favor, bien cocido para mí”, responde el cronista de este medio. En rigor, el pedido fue en vano: la carne ya hacía un rato reposaba en la parrilla y estaba lista para ser saboreada. Mientras, muestra lo que quedó de la casa, y cómo la intentan poner de nuevo a pie desde que volvieron a vivir allí, cuando Esteban recuperó su libertad, incluso sin pulsera de monitoreo.

Alrededor de la mesa corren los dos pequeños nietos y la nietita de la pareja, mientras su hijo, que trabaja en bobinado de motores, y sus tres hijas conversan entre sí. Una amiga de Gabriela, que estudia con ella, completa la cartilla de invitaciones. Querían algo íntimo y lograron que el hogar familiar recupere la armonía.

“No se llevaron el inodoro y el tanque de agua, del resto no quedó nada. Incluso hasta nos contaron que tenían pensado prenderla fuego”, cuenta sobre la gente que ocupó la vivienda. Pretenden, en paralelo, dejar en el pasado esa historia, y dibujan una sonrisa cuando cuentan que se casaron “contra todos los pronósticos” y que el difícil en el inicio fue Esteban. “Me seguía y no le daba bolilla”, revela. Naturalmente, la mirada fúlmine de Gabriela hace que le agregue un “ja” a su relato.

Como narró Primer Plano Online, a Esteban lo acusaron de vender droga en el barrio y de tener un arma en su casa, que le encontraron luego de un allanamiento. Pasó 20 meses detenido en comisarías y penales hasta que primero le dieron la domiciliaria y luego la libertad. La empresa de colectivos le guardó el lugar y cuando fue libre volvió a manejar. Pero la causa no está terminada y pretende su sobreseimiento definitivo, por lo que asegura luchará hasta el final, sin aceptar ningún tipo de culpabilidad.

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Amante del heavy metal él y del teatro ella, esperan que el infierno que vivieron quede atrás. No sin recordar a la tía Olga, que fue uno de sus primeros apoyos, y a los compañeros y delegados de la empresa 216, fundamentales para que haya nuevamente esperanza. En esa mesa no había odio ni sed de revancha: aparte de un asado mantecoso, gaseosa, ensalada rusa y empanadas árabes, la gratitud por tener lo más preciado, que es la familia, salud y, por qué no, la libertad.

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