“Es obvio que me estoy comiendo un garrón, todo el mundo sabe. Yo soy un hombre de trabajo. Desde chico, salí a trabajar. No me dedico a estas cosas”. Néstor Altamirano tiene el timbre de voz bajo. Habla como si fuera para adentro, sin ánimo de molestar a nadie, pero con el anhelo de que su verdad sea escuchada.
Asegura no entender por qué a esta altura de su vida está sentado en un juicio de tamaña repercusión, como es el debate denominado Candela 2, el segundo que se realiza para intentar determinar responsabilidades en torno al asesinato de la nena de 11 años, que apareció sin vida en agosto de 2011 en Villa Tesei.
A su lado, en el mismo banquillo de los acusados, están también Héctor ‘Topo’ Moreira, sindicado como buchón de la Policía, y el ex agente de la Bonaerense Sergio Fabián Chazarreta. De manera virtual, por razones de estricta seguridad y para evitar el trastorno que implica su traslado, sigue las alternativas del juicio el narco Miguel Ángel ‘Mameluco’ Villalba.
En el caso de Altamirano, un carpintero conocido en Villa Tesei por dedicarse hace años al oficio, la imputación contra él es por haber sido -siempre en el terreno de las hipótesis- facilitador de la casa donde estuvo en cautiverio la víctima.
“Yo le iba a dar de comer a un perro que estaba ahí. No vivía ni alquilaba en esa casa”, aseguró en la charla con Primer Plano Online. “Lo hacía por una cuestión de humanidad, porque yo soy amante de los animales y a pedido del dueño de la vivienda. Si veo que un perro se va a morir de hambre porque lo abandonaron… Yo creo que la mayoría de las personas se conmovería y haría lo mismo”, detalló Altamirano.
Consultado sobre cómo cree que Candela fue llevada a esa casa, en donde las pericias confirmaron que estuvo privada de su libertad, su respuesta fue contundente: “no tengo idea”. “No conozco a nadie de los que están imputados, recién ahora sé quiénes son”, agregó.
Si bien llegó en libertad a este debate, pasó seis meses detenidos a lo largo de la investigación. Fue un tiempo en La Plata y otro en Malvinas Argentinas. “Pedí el traslado a un lugar en donde pudiera hacer algo que tenga que ver con mi oficio. Acá en Malvinas había carpintería, que es lo que hice toda mi vida. Por lo menos terminaba cansado y dormía”, reveló.
Altamirano sigue habitando hoy día la casa en la que vive hace 40 años sobre la calle Kiernan, a pocos metros de donde se comprobó estuvo Candela privada de su libertad. “Con los vecinos todo bien, están de mi lado. ¿Sabe por qué? Porque me conocen. Lo que por ahí cambió mucho es la clientela. Cuando se enteraron que estaba involucrado en este hecho algunos dudaron, pero los que me conocen jamás creyeron eso”, detalló.
El carpintero al final terminó llevándose a ‘Boby’, el perro, a su casa. Le llevaba la comida que hacía para sus propias mascotas y luego se hizo cargo del can y lo adoptó. Terminó falleciendo de viejo el animal.
EL ANTECEDENTE DEL PRIMER DEBATE SOBRE EL CASO
Este segundo juicio por el crimen de Candela Sol Rodríguez comenzó con el testimonio de Carola Labrador y Alfredo Rodríguez, mamá y papá de la nena asesinada tras permanecer secuestrada por nueve días. En el primer debate fueron condenados a prisión perpetua a Hugo Bermúdez y a Leonardo Jara, por considerarlos penalmente responsables de los delitos de privación ilegal de la libertad coactiva seguida de muerte de la niña.
En tanto, a Fabián Gómez el Tribunal Oral Criminal Nº 3 de Morón le aplicó la pena de cuatro años de prisión por ser partícipe secundario en el secuestro de la menor. Los jueces dieron por acreditado que al menos esas tres personas, que a su vez conformaban una organización criminal más numerosa aún, el 22 de agosto de 2011 secuestraron a Candela.

Ese hecho ocurrió en la esquina de su casa, en la intersección de Bustamante y Coraceros de Villa Tesei y, a bordo de una camioneta EcoSport negra, con su patente oculta, la trasladaron hacia la localidad de San Martin, donde permaneció cautiva por varios días, hecho que se repitió en el domicilio de Kiernan 992 de Villa Tesei, aunque muy brevemente.
El tribunal también determinó que, mientras la menor estuvo en cautiverio en un lugar aún no determinado, entre las 20:30 horas del 29 de agosto y las 8:30 horas del 30 de agosto, el condenado Bermúdez mató a la víctima por asfixia mecánica por sofocación, al tiempo que abusaba sexualmente de ella. En ese tramo, los jueces describieron “el horror y la agonía” que sufrió Candela, dictaminada por el equipo de forenses que intervino en el caso.
“En la jerga se lo conoce como un ajuste de cuentas. El hecho que terminó con la vida de Candela no fue azaroso sino planificado, y tuvo una organización criminal de alta envergadura y narco criminalidad detrás, en donde la exigencia pasó por reclamarle al padre de Candela el producto de un ilícito”, explicó el juez Diego Bonanno en una entrevista con el programa periodístico Primer Plano.