El 8 de octubre del año pasado, Marisa recibió ese llamado que ningún padre o madre quiere. Su hija había tenido un accidente automovilístico (así se lo expresaron por teléfono) y debía presentarse en el hospital de Baradero, a donde había sido derivada. Las tres horas de viaje más largas de su vida distanciaron aquella comunicación de una confirmación que, en sus entrañas, sabía que era la que le iban a dar.
Se acaban de cumplir cinco meses de la tragedia y, en medio de un dolor que no cesa, la mamá de Juliana Gómez se propuso convertir el nombre de su hija en un quiebre para la historia del fútbol femenino en la Argentina: trabaja en la creación de una fundación para ayudar a las chicas de los barrios humildes que quieran practicar el deporte en brindarles contención, ayuda logística y la indumentaria adecuada.
“En principio va a arrancar en Morón, porque mi hermana trabaja con una asociación civil que nos va a apadrinar. Después proyectamos mudarla a Merlo, en donde esperamos contar con alguna oficina para desarrollarla. Hay mucha gente dispuesta a colaborar con el proyecto, todo sea para darle una mano a las chicas y a los chicos que arrancan y que nos hagan saber si necesitan útiles escolares, camisetas, botines, lo que sea. Esa es la idea, dar ayuda social, psicológica y espiritual”, le contó Marisa a Primer Plano Online.

La familia de Juliana está viviendo un proceso “muy duro”, del cual la mente no se puede abstraer y no acepta lo que pasó. “Cuesta mucho enfrentar eso. Lo único que puedo pensar es que no haya otro caso más como ella”, afirma la mamá, que vaya paradoja del destino: el día que la enterraron hacía 16 años que la familia había dado cristiana sepultura a un hermano de la jugadora, que falleció tras una aplasia medular derivada de una curtiembre que desparramó sustancias tóxicas por el barrio.
“Ella era chica, pero creció con esa tristeza propia y de su familia”, recuerda Marisa. “Y lo único que la sacó de la depresión fue jugar al fútbol”, agregó la mamá. En la mesa de la AFA en la que fue recibida, incluso por el presidente Claudio ‘Chiqui’ Tapia, la dirigencia reconoció que no existe una normativa que obligue a la casa madre de ese deporte a financiar el dinero necesario para traslados y alojamiento de los clubes. “No bajan presupuesto porque dicen que no lo tienen. Las chicas amaban jugar y viajaban como podían”, acota la mujer.
Juliana amaba a Juan Román Riquelme desde chica. Hincha de Boca desde la cuna, caminaba las calles de Agustín Ferrari, su barrio en Merlo, con la remera Xeneize. Y quería estudiar Medicina, carrera para la que ya se había anotado en la universidad. “¿Querés ser médica y vas a jugar a la pelota?”, la indagaba su madre. Y ella siempre respondía con el mismo ejemplo de otra persona a la que admiraba: el de Miriam Mayorga, futbolista del conjunto Xeneize y de la Selección Nacional, el año pasado finalista de la Copa Libertadores Femenina por primera vez para un equipo argentino.
“Es conmovedor esto que me contás. Me enteré del caso, de lo que pasó y estoy a disposición de la mamá para lo que quiera conversar conmigo”, le dijo Mayorga a Primer Plano Online. El puente entre ambas ya está en marcha. Otro desafío que tiene Marisa es hacerle llegar la carta a Riquelme y poder conocerlo en persona, siempre para darle impulso a la fundación que proyecta y poder ser un nexo con la AFA.
El manuscrito escrito por Juliana está guardado como un tesoro familiar. “A los cuatro años le digo a mis papás que quiero jugar al fútbol fascinada con los partidos de Boca y con Riquelme”, arrancó la misiva, en la cual contó su historia, su pasión por la redonda, los pruritos que debió enfrentar y la felicidad que sintió con su primer gol de cabeza. Y la cerró con una frase a pura filosofía de vida: “me dijeron que era un deporte de varones, pero también me dijeron que las personas que no cumplen sus sueños desaniman a los demás para que no cumplan los suyos”.
LA CARTA DE ADMIRACIÓN POR RIQUELME Y DE AMOR POR EL FÚTBOL

Marisa recuerda a su hija como “una piba con mucha personalidad, que iba al frente y no le importaba nada”. “Juliana era una piba que le ponía excelencia a todo lo que hacía. “Era el motor de la familia, siempre con mucha garra, con mucha potencia. Tenía una página de Instagram a través de la cual vendía artesanías. Con eso se costeaba los viajes y podía comprarse sus botines para jugar al fútbol”, la evocó. Y cerró: “lo único que quiero es que de todo esto salga algo positivo, si es que se puede”. Se refiere a la fundación, que de algún modo, junto a sus otros cuatro hijos, son su incentivo para seguir adelante.
ECOS DEL SINIESTRO
Para la justicia quedó probado que la muerte de Ricardo López, el conductor del auto en el que viajaba Juliana, que además era directivo de Argentino de Merlo, no se dio a raíz de la violenta situación en el hospital de Baradero, a donde arribaron familiares de la joven jugadora y provocaron disturbios.
“La autopsia determinó que hay vinculación entre los golpes y la muerte, que fue por un paro cardiorrespiratorio consecuente con una infección pulmonar”, precisaron fuentes judiciales con acceso al expediente ante la consulta de Primer Plano Online. Eso de alguna manera echa por tierra la sospecha que había en torno a lo sucedido en el nosocomio.
La mamá de Juliana asegura que no se metió en la investigación sobre lo ocurrido aquella jornada y que espera lo que digan las pericias. En agosto será la accidentológica, pero nada cambiará, porque no hay responsable penal: con el fallecimiento de quien conducía no hay imputación posible. Es más: la mamá de ‘Juli’ no volvió a hablar con las compañeras de su hija, que siguen en shock por el siniestro y por haberla visto sin vida.