El valor agregado que se le pone a cada actividad. Tres choferes de la Línea 634 de Morón, perteneciente a la Empresa 216, coordinaron una acción que los distingue humanamente y permite creer que una sociedad mejor es posible desde el interés por el prójimo y el concepto de que siempre se puede hacer algo más que sume a las obligaciones cotidianas.
El involuntario protagonista de la historia de Lautaro, un chiquito de doce años que se tenía que tomar el colectivo ramal Belgrano de la línea 634 de Morón, que lo dejaba en la Escuela Nº 80, a donde iba a clases. Pero el menor se equivocó y tomó el recorrido que termina en la Reserva Urbana. Cuando el chofer del transporte observó que el jovencito se acercó hasta él angustiado porque se hallaba perdido puso en marcha la maquinaria que permitió darle protección y garantizarse que llegue a destino.
“Mi compañero del interno 286 Lucas Giménez me ubicó y me dijo que estaba con el chico perdido, que tenía que ir al colegio que queda cerca de la terminal a la que yo iba, en Merlo Gómez. ‘Por favor no te me vayas’, me pidió. Pero yo ya me había ido de la reserva, así que pegué la vuelta y volví a buscarlo”, contó a Primer Plano Online Ariel Martínez, conductor del interno 246 de la mencionada línea.

Ya en marcha la cadena entre choferes, lo que intentaron garantizarse es que el chico llegue a la escuela. “Me van a poner media falta”, contaba el alumno, mientras el colectivero continuaba la rueda con otros compañeros para arribar a la terminal de Merlo Gómez y que alguien que saliera de ahí lo alcance hasta el colegio, ubicado a dos cuadras de la rotonda de Texalar, en Morón sur.
“Cuando mi compañero me lo pasó yo traté de tranquilizarlo”, recordó Ariel. ¿Quién va para la escuela 80?”, preguntó por WhatsApp al resto de los choferes. Es ahí que apareció en escena el otro partícipe de la historia, que es Juan Falcón, conductor del interno 242 de la línea. Estaba a punto de salir en su recorrido y se ofreció a llevar a Lautaro, cosa que hizo. Efectivamente, el nene bajó en la puerta del colegio y el colectivero avisó a sus compañeros que ya estaba. “Misión cumplida”, se felicitaron entre ellos.
Destino pícaro: pasadas las 18 de ese mismo martes y se cruzó con otro compañero que llevaba a Lautaro a su casa luego de la jornada escolar. Se había tomado bien el colectivo ahora y saludó efusivamente a Ariel de micro a micro.
“Nosotros quisimos hacer público el caso porque es importante que si el chico no está apto los adultos tomen conciencia que no lo pueden largar a la calle. Los choferes lo hacemos siempre con las chicas, sobre todo, que muchas veces se confunden, o con las personas mayores. No vamos a dejar tirada a gente por ahí. Además de choferes somos seres humanos que vive en una sociedad en donde pasan cosas y está complicada la mano”, completó Ariel, uno de los trabajadores que enalteció su labor más allá de lo que indica el manual.