“Me parece un ejemplo de condena. Pero, obviamente, estas personas tendrían que estar muertas por lo que le hicieron a la nena”. De un día para el otro, en rigor apenas unas horas, Norma se vio cercada por el horror. Recibió a su nieta en su casa de Merlo para pasar unos días en el receso invernal de 2018 y esa mirada de abuela le permitió descubrir que algo pasaba.
El cuerpo de la chiquita fue el indicador que despertó las alarmas. Su panza no tenía la forma común de un abdomen: era prominente. Podía ser por mala alimentación, es real. Pero cuando le preguntaron tanto ella como una de sus hijas (tía de la menor) surgió lo inesperado. Con apenas doce años estaba embarazada. Había sido abusada, y desde entonces comenzó un camino judicial que terminó por encarcelar a la mamá de la víctima y a su pareja, ambos como culpables de las vejaciones, en lo que constituye un fallo muy poco común en la órbita tribunalicia.
“Estoy muy conforme, sobre todo con la condena a la madre, que según me dijeron de entrada iba a ser difícil, porque sólo había tres antecedentes en el país. Ella sabía todo y no denunció. En nuestro país la justicia está muy denigrada, pero en mi caso fue todo muy duro y puedo asegurar que sin plata se hizo justicia”, expresó Norma en conversación con Primer Plano Online a través de la plataforma Zoom y con el barbijo puesto, siempre con la finalidad de proteger la identidad de su nieta.
Durante la charla, la abuela nombró y agradeció especialmente al Tribunal Oral Criminal Nº 6 de Morón, integrado por su presidente, Alejandro Ornar Rodríguez Rey, la jueza Mariela Moraleja Rivera y el magistrado Cristian Toto, y a la Fiscalía Especializada en Violencia de Género e Intrafamiliar Nº 10, cuyos responsables son Paula Hondeville y Hernán Moyano. Ese grupo de profesionales, tras una investigación de tres años, arribó a la sentencia de 18 años de cárcel para Maximiliano Alberto Vallejos (36), quien al comienzo del juicio en su contra se había declarado “culpable de todo por lo que fui acusado esperando que se me condene”.
Durante las audiencias se repasaron las diversas situaciones padecidas por la menor hasta incluso llegar al embarazo, que se probó mediante ADN que el padre de la criatura era el sujeto. Lo más importante, a partir de su confesión, era determinar el rol de la mamá de la víctima, que llegó en libertad al juicio y fue detenida tras la lectura del veredicto. Para ella, el fiscal Hernán Moyano le había solicitado al tribunal lo que se define como “imputación por omisión”, es decir, por no haber denunciado las aberraciones que cometió el acusado. Por ese motivo, Yanina Mariela Hurtado deberá pasar los próximos 13 años en la cárcel por resultar partícipe necesaria de los abusos contra su hija.
Cuando Norma realizó la denuncia, Vallejos se fugó a la provincia de Salta, donde finalmente fue detenido. Desde entonces emprendió un camino para llegar al veredicto condenatorio. Y, de alguna manera, empezar una nueva vida para A., la víctima de todo este padecimiento imposible de mensurar.
CÓMO SE DESCUBRIÓ TODO
Norma es enfermera de profesión. Como abuela paterna de A., ella solía llevarse a su nieta a pasar con ella y con sus hijas (tías de la nena) un tiempo en la etapa de receso escolar. La chiquita se había mudado a Gerli (Avellaneda) cuando su mamá reconstruyó su vida sentimental y se puso en pareja con Vallejos. Fue en una de esas visitas de la menor a su casa que se dio cuenta de todo. Y empezó a preguntar.
“La habíamos visto en marzo y la volvimos a ver en julio. Ahí noté que cambió su físico. Ese día fuimos a pasear, no le preguntamos nada. Cuando volvimos le comenté a mi hija que me parecía muy rara la pancita de la nena. Le dije ‘andá y preguntale en el baño, porque por ahí conmigo tiene vergüenza’”, recordó Norma. Ese ojo observador permitió descubrir el infierno hecho niña.
“Ahí le confirmó a una de mis hijas que había tenido relaciones con esta persona. Le dijimos que le íbamos a hacer un test te embarazo, la llamamos a la madre pidiéndole explicaciones y ella negaba todo. Hicimos el Evatest y obvio, dio positivo. Fue muy duro para todos. La vuelvo a llamar a la madre y me repite que no podía ser, y le avisé que iba a hacer la denuncia cuando ella me dijo ‘está acá’. Ahí se me prendió la lamparita: si estaba ahí, ¿por qué lo dejó escapar? Era cómplice, sabía de entrada lo que le hicieron”, detalló la abuela.
Desde que decidió exponer el caso en la justicia, Norma se encontró con “todo el apoyo” de parte del aparato estatal. Médicos, psicólogos, asistentes sociales a su disposición para intentar contenerla, a ella y principalmente a su nieta. Luego de una serie de estudios, en donde le confirmaron que el embarazo estaba en las 24 semanas de gestación y no se podía interrumpir, A. decidió no volver a tener contacto con su madre. Se quedó siempre en la casa de la abuela paterna, transitando ese doloroso camino hasta el nacimiento de la criatura. Y vivió momentos que, de sólo escuchar a su abuela, erizan la piel.

“Los meses de embarazo estuvo encerrada. No quería que ni siquiera el padre la viera. No quería espejos, y nos dijo siempre ‘yo no quiero este monstruo’, y no nos dejaba abrazarla ni que le toquemos la panza. No quería bañarse. Y cuando se acercaba la fecha dijo ‘abuela, yo no lo quiero, dáselo a alguien que lo quiera, yo no quiero a este monstruo’. Así fue que decidimos seguir escuchándola y lo dimos en adopción”, describió. La firma para ese trámite le correspondió a Norma.
CÓMO ESTÁ LA NENA HOY
A. sigue con un «trauma crónico», tratamiento psicológico, con psiquiatras y con problemas hormonales, debido a que las perversiones que padeció le adelantaron el desarrollo genital. Está escolarizada y, siempre según la descripción de su abuela, “es una persona muy inteligente”.
“Acá no terminó todo, porque tenemos que seguir para que ella pueda estar tranquila. Las secuelas que tiene no sabemos cuándo se van a curar, todo depende de lo que pase con ella. Todo el apoyo que nos pide se lo vamos a dar siempre”, reflexiona la abuela, que también pide unas palabras para hablar a las familias que puedan estar atravesando una situación “horrible” como la que padecieron.
“Si una madre, que es la que la trajo al mundo, no le creyó, ahí mismo están condenando de por vida a la criatura. Por ejemplo, para hacer esta nota yo le pedí aprobación a mi nieta. Y ella lo aceptó, para ayudar a otras nenas o nenes que puedan estar pasando por algo así”, manifestó. Y, por un lado, les habló a las víctimas. “Que digan siempre, que no tengan miedo. Si las amenazan, no les crean. Si la mamá no les cree, que le cuenten a una tía, a una amiga, que lo escriba en un papel, pero que lo diga”, enfatizó.
Y también se dirigió al entorno adulto. “Escuchemos. Así sea en un juego, en un dibujo, prestemos atención a esas cosas. Los chicos y las chicas no mienten. Ese es el mensaje, y a toda la comunidad que tenga fe que la justicia llega. A veces tarda un poco, pero llega. Hoy puedo decirlo: soy una laburante que cobro dos pesos, pero no necesité plata para meter a estos monstruos presos”, finalizó.