De a poco, Carlos Lescano retoma una rutina que había perdido. El lunes pasado, cerca de la medianoche, tras los trámites de rigor se reencontró con su familia, que lo pasó a buscar por la Unidad Penal 43 de González Catán. Dejaba atrás 17 meses de encierro en donde, confiesa, lo que más le dolió fue no haber podido despedirse de su madre.
“El dolor es lo que te mata. No me pude despedir de mi mamá en ningún momento. La encontré muerta al mediodía y a las siete de la tarde ya estaba detenido. Y a las cuatro de la mañana del día siguiente me hicieron firmar un papel que decía que estaba imputado de homicidio agravado por el vínculo. Hasta el comisario me dio el pésame y me reconoció que no podía entender la acusación en mi contra”, le cuenta el vecino del barrio San Carlos, en La Matanza, a Primer Plano Online.
La charla fue vía telefónica y a través de dos celulares diferentes de su entorno familiar. Él todavía no tiene, porque es otra de las cuestiones que intenta rehacer. Hace cuatro días se enteró del fallo absolutorio emitido por los jueces Diego Burgueño, Lucila Pacheco y Natalia Mauro, del Tribunal Oral Criminal Nº 2 de La Matanza, quienes consideraron que no existían elementos de certeza para condenarlo por el delito de homicidio doblemente agravado por el vínculo y por haberse cometido con alevosía.
En ese debate escuchó el pedido de pena en su contra: reclusión perpetua, por la gravedad de la acusación que era ni más ni menos que matar a su madre, Silvia Graciela Aramendia, de 71 años, en su casa de la calle Tres Cruces al 2200 de la mencionada localidad. “Tuve la suerte de contar con una abogada oficial que me defendió como necesitaba”, señala en relación a Graciela Bevilacqua, la letrada que siempre creyó en su palabra y patrocinó su defensa.
A diferencia de lo que fue, según interpreta, el trabajo hecho por la Fiscalía que investigó el caso. “Lo único que le importó a la fiscal (Karina Licalzi) fue cerrar el caso rápido y que esto no se haga más público. Estuve preso primero en una comisaría de género, con otros detenidos por violación, por ejemplo, donde mi familia no podía ir a verme por temor a que te miren una hija y le digan cualquier cosa. Eso fue algo terrible. Además, me llamaban ‘mata madre’, que como se sabe para que la población carcelaria es sagrada”, recuerda Lescano.
Y repasa el itinerario que atravesó. “Hay cosas de la justicia que no entiendo. Hablé mil veces y nunca fui escuchado. Incluso una hija mía atentó contra su vida porque acusaban a su papá de matar a su abuela”, se sincera. Carlos tiene siete hijos e hijas en total, de 29, 27, 26, 18, 14, 12 y 2. Los primeros seis de un matrimonio y la restante con su última pareja antes de ser detenido.
EL APOYO DE SUS HERMANOS
Lescano contó desde el momento inicial con el respaldo de su familia, que siempre creyó en su inocencia. “Mi familia siempre me apoyó. Mis hermanos declararon en el juicio y les preguntaron a los jueces cómo podía ser que me metan preso tanto tiempo bajo el argumento de tener la llave de la casa de mi madre”, manifiesta en la conversación con este medio.
Y teje su hipótesis sobre el asesinato de la mujer que le dio la vida. “A mi mamá la mataron porque conoció a alguien”, es su apreciación. “No puedo acusar a nadie porque no quiero que hagan lo que hicieron conmigo, pero hubo muchas cosas que no se investigaron. De la pared lateral de la casa de mi madre faltaba una tira de ladrillos, había una antena que estaba doblada y una pisada. Todo indica que entraron por ahí”, detalla.
También da cuenta de una discusión familiar en la que uno de sus cuñados, que actualmente está detenido por violencia de género, ingresó tras romper un portón de la casa y le pegó a su hermana y a su madre. Dos meses después, en un entredicho similar, la hermana de Lescano volvió a aparecer golpeada en la vivienda y cuando llegó otro hermano el exmarido de ella sacó un arma y lo amenazó: “te voy a matar como maté a tu mamá”. La familia dice que esa pista no se siguió jamás en la instrucción del caso.
Carlos ya tiene trabajo, a través de un conocido, en una curtiembre de la zona. De todos modos, asegura: “yo quiero saber quién mató a mi mamá y que se haga justicia, no creo que exista el crimen perfecto”. “Lo que más me interesa es el futuro de mis hijos, así que espero poder empezar de nuevo”, cuenta. El próximo 21 de septiembre cumple los 48 años: es el Día de la Primavera, que lo celebrará en libertad como una manera de volver a empezar tras el infierno que vivió.
El próximo lunes encabezará una manifestación en Carlos Casares y Norquin, de Isidro Casanova. Irá con la consigna de reclamar justicia por el crimen de su madre.