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lunes, enero 20, 2025
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Andrés Tarruella, otro hincha de Morón que hace flamear los colores del ‘Gallo’ en la Base Marambio

Es Observador Meteorológico de Superficie y trabaja en el Servicio Meteorológico Nacional. Habló con Primer Plano Online desde la hemeroteca de la estación antártica, a donde llegó hace una semana y proyecta quedarse por alrededor de cuatro meses. La emoción al contar que los nombres de su mamá y su papá están inmortalizados en el estadio Francisco Urbano.

Andrés Tarruella tiene 42 años y nació una semana antes de que el Deportivo Morón fuera campeón en el Parque San Martín allá por 1980, donde enfrentó a Deportivo Merlo, para lograr el ascenso a la B Metropolitana. “Tengo ese andar dentro de la panza de mi vieja en los partidos previos”, le contó a Primer Plano Online desde la hemeroteca de la Base Marambio, uno de los lugares más recónditos del territorio nacional.

Es Observador Meteorológico de Superficie y trabaja en el Servicio Meteorológico Nacional, un organismo autotártico dentro del Ministerio de Defensa. Llegó a la isla proveniente de Río Gallegos a bordo de un Hércules C-130 de la Fuerza Aérea Argentina. Se trata de una de las seis bases antárticas en donde hay presencia durante todo el año para la realización de diversas actividades científicas, con estrictas condiciones de seguridad y protocolos para el cumplimiento de los objetivos pautados por la Dirección Nacional del Antártico y del Instituto Antártico Argentino.

Lo primero que hice en cuanto me acomodé fue ponerme la camiseta del ‘Gallo’ y posar para la foto. Es difícil explicar lo que significa Morón en mi vida. Encima la estrené acá, porque mi hermano la puso en el equipaje de sorpresa”, describió el profesional, que atendió a este medio en uno de los momentos de descanso de las largas jornadas laborales.

Andrés Tarruella desde la Base Marambio
“Tener que hablar de Morón desde acá me llena de orgullo. Es mi familia, es mi pertenencia”, se sinceró Tarruella

Andrés se define como un nómade. Vive hace tres años en Ushuaia, y antes supo instalarse en Urdampilleta, un pueblo del interior remoto de la provincia de Buenos Aires. Si bien nació en Morón, vivió su infancia en San Antonio de Padua y es egresado del colegio San Judas Tadeo de Ituzaingó. Un ejemplar bien del conurbano oeste profundo.

Actualmente es personal civil del Servicio Meteorológico, organismo dependiente de la Fuerza Aérea Argentina, que tiene a disposición 125 estaciones de meteorología en todo el país y las mencionadas seis bases en la Antártida. Hay 800 observadores desplegados por el territorio nacional: uno de ellos es Andrés. En pareja hace nueve años con su compañera Carolina, que la acompaña en su nomadismo, también comparte la vida con su hermano gemelo Alejandro y el mayor, Jorge.

Papá y mamá ya fallecieron, pero dejaron una huella imborrable que quedó inmortalizada en un sector del nuevo estadio Francisco Urbano: los nombres de Inés y Jorge están estampados en la tribuna local. “Fue una sorpresa que nos dieron en una asamblea de socios. Fue un homenaje a dos hinchas históricos del club”, se emocionó Andrés.

“Tener que hablar de Morón desde acá me llena de orgullo. Es mi familia, es mi pertenencia. Ver los nombres de mis viejos ahí no deja de conmover. Mi mamá era maestra y alumnos de ella me escriben con la emoción de leer el nombre de su señorita ahí en la tribuna del club de sus amores. Es muy difícil de explicar lo que se siente, pero seguro es hermoso”, se sinceró en la amable charla con este medio.

UN DÍA EN LA BASE

La isla Marambio está ubicada a 1280 kilómetros de Ushuaia y esa base es considerada como estratégica y como puente aéreo. Actualmente están trabajando allí 69 personas, pero pueden llegar a ser hasta 200. Al momento de la entrevista con Andrés las condiciones meteorológicas eran “muy buenas”: cuatro grados bajo cero marcaba el termómetro.

Andrés Tarruella desde la Base Marambio
Con cuatro grados bajo cero, la Base Marambio recibió a Tarruella con una temperatura casi de verano

Allí convive personal militar, de logística, civiles y científicos, dedicados a diversas investigaciones y al trabajo. Para desayunar hay que asistir al comedor de 7 a 8 de la mañana, entre las 13 y las 14 se sirve el almuerzo y por la noche la cena. Después, durante el día cada uno a su tarea.

“En mi caso, la observación meteorológica requiere que, cada una hora haya vigilancia permanente con el instrumental instalado y tomar variables como la temperatura, la dirección del viento y la velocidad. Todo eso se carga y procesa, se comunica y está disponible para hacer pronósticos: es un dato vital para la toma de decisiones”, describió.

Y dejó también una serie de condimentos que hacen a la convivencia en el lugar. “Solidaridad, respeto y compañerismo: hay mucha comunidad acá, desde hace 54 años que está la base. La logística es kilométrica, con muchos organismos del Estado trabajando detrás. Es gente muy profesional que hace posible la permanencia y los avances científicos con una comodidad inmejorable”, detalló.

No se sabe cuándo regresará a Ushuaia, pero sí sabe que está cumpliendo uno de sus grandes anhelos: vivir esta experiencia humana y laboral que lo marcará para siempre. Desde ahí deja su mensaje: “Morón es mi familia en un aspecto muy amplio. Toda mi vida fui a la cancha, me crie en las tribunas del viejo Urbano. Es una de las cosas que extraño de esta forma de vida”.

Y cerró con otra mirada sobre esta aventura que atraviesa. “Mi fecha de ingreso era dos meses atrás, pero vine dos meses después. Es más: tenía previsto ver a Morón campeón subiendo a Primera desde acá pero bueno, pasaron cosas, ja”.

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