El camión autobomba amarillo de Bomberos de Morón empezó a hacer sonar su estruendosa sirena dos cuadras antes. Esa fue la señal para que Bautista Agüero (13) se asomara al balcón de su casa, ubicada sobre la calle Agulleiro al 400, entre Fernández y Marconi, de El Palomar.
Salió acompañado por su mamá Karen y su pequeña hermanita, aunque toda la cuadra se revolucionó y aplaudió la presencia de los servidores públicos. En el primer piso había carteles que le decían “Bienvenido a casa, Tanque” y “Estamos felices de tenerte con nosotros”, con globos verdes y negros. Con movimientos lentos, por recomendación médica, el chiquito (de gran porte físico pese a su edad) saludaba y agradecía a su manera.
A esa altura, familiares y amigos del adolescente ya estaban instalados en la vivienda, que por un rato fue un desfile incesante de gente. Abrazos, besos, aplausos, saludos y el reconocimiento para el chofer Diego Boioli, el oficial de Dotación Adalberto Durán, para el suboficial ayudante Juan Lobos, el subayudante Martín Salomón y el bombero Nicolás Echauri, todos integrantes del Destacamento 1 de El Palomar, el primer servicio que llegó al lugar en la emergencia, cuatro minutos después del siniestro en el que Bauti quedó al borde de la muerte.
En medio de la emoción del reencuentro, la anécdota que robó una sonrisa: le dieron un tratamiento especial mientras lo asistían porque al escuchar el nombre de la víctima sortearon la B y creyeron que atendían a un nene autista. “Nos enteramos hace poquito que era Bauti en realidad, ja”, contaron los bomberos mientras le abrían paso a Rubén Pastorini, el Spiderman del oeste que también llegó a saludar a quien denominó como “el verdadero superhéroe de toda esta historia”.
A Bautista le regalaron la remera de Bomberos, que lo une a la institución, y le prestaron sus cascos para posar y salir en la foto. Y le dejaron múltiples saludos para estimular su recuperación, en medio de gestos de gratitud de quienes acudieron al reencuentro. “Cuando te pongas bien te esperamos en el cuartel”, fue la frase con que lo estrecharon en un abrazo de despedida.
Este medio había contado en exclusiva la historia del dramático episodio que cambió para siempre la vida familiar. El adolescente es alumno de segundo año de la Escuela Técnica Nº 8 de Haedo, ubicada en las cercanías de la vía muerta, y el día del siniestro se fue con sus compañeros al club 5 de Junio para almorzar en el rato que les queda libre al mediodía.
En Gaona y Amado Nervo, mientras cruzaba la calle, se le cayó el celular y volvió a buscarlo: en esas circunstancias fue atropellado por un colectivo de la línea 302, perteneciente a Empresa del Oeste, y sufrió fractura de cráneo y golpes en la zona torácica, en pulmones e hígado. Se descompensó al llegar al hospital y estuvo varios días en terapia intensiva, con respiración mecánica.