Las imágenes son impactantes. Se trata del momento exacto en que delincuentes interceptan a un vecino de Ituzaingó llamado Agustín (su apellido se mantiene en reserva por pedido de la familia), de 21 años. Todo ocurrió en cercanías del colegio Milton, sobre la calle Olavarría. Eran las 21.30 del martes pasado, 17 de abril, cuando el muchacho se dirigía a la casa de una amiga para ir a cenar al algún restaurante de la zona. En la esquina de esa calle con Trole, le cruzaron una camioneta Tiguan gris, de la cual se bajaron tres delincuentes armados y rápidamente lo obligaron a cambiar de vehículo.
En la escena hay un cuarto malviviente: es el que conducía la camioneta utilizada para cometer el secuestro, que nunca se movió de su butaca. Uno de los tres atacantes manejó la camioneta Jeep en la que se movilizaba Agustín, y el resto comenzó a pedirle dinero, golpearlo y hasta gatillarle en la cabeza, en medio de gritos y amenazas. Todo sucedió a 10 cuadras de la comisaría 1º de Ituzaingó.
La víctima entregó todo lo que tenía encima pero los delincuentes querían más. Mientras daban vueltas con ambos vehículos, los secuestradores le dijeron que le iban a dejar la camioneta cerca del Hospital Posadas ya que se dieron cuenta que tenía instalado el localizador satelital. Aunque finalmente la Jeep fue encontrada en Moreno.
No conformes con el botín, lo siguieron amenazando y lo obligaron a que les indique cómo llegar a su casa. Fueron para allí, en Ratti al 700, esquina Trole. Cuando irrumpieron en la casa, los padres de Agustín habían salido y en casa estaba su hermano menor. Entonces robaron dinero y algunas pertenencias, sin provocar heridos porque tampoco hallaron resistencia. De los cuatro ladrones, tres entraron a la finca y un cuarto quedó al mando de la camioneta oficiando de campana.
Según cuentan los vecinos, hubo varios robos en los últimos meses en los alrededores de esa vivienda. Con temor, los habitantes de la zona cuentan que “la Policía brilla por su ausencia, no patrulla la zona y los efectivos de la Local muchas veces caminan en grupos de cuatro o cinco pero se la pasan mirando el teléfono escribiendo y recibiendo mensajes de WhatsApp”. Todo lo expresan desde el anonimato, por miedo a represalias.