A poco de cumplir cuatro años juntos, Mariela Sergiacomi y Gustavo Grego planificaron un viaje soñado de recién jubilados: llegar a India por separado y encontrase allí para conocer y explorar distintos rincones del fascinante Sudeste Asiático. En un viaje que duraría seis meses, nada les hacía suponer que una pandemia mundial les aguaría el plan cumplido a medias.
En noviembre aterrizaron en su primer destino portando sendas visas de viajeros que India otorga por un año, aunque pone como condición que los viajeros salgan del país cada 90 días. Fue entonces cuando la pareja emprendió camino hacia Sri Lanka. Por entonces no había casos reportados de coronavirus pero cuando llegó el plazo cumplido que los habilitaba a volver a India (el 17 de marzo) se encontraron con el cierre de las fronteras que el país asiático decidió unos 20 días antes que las naciones del resto del mundo, cuando apenas tenía uno o dos casos positivos.
Por entonces comenzaron a llegar noticias de que el coronavirus había sido declarado pandemia y se dieron cuenta de lo difícil que se haría a esa altura comenzar a viajar a otros destinos. En busca de un lugar que les brindara mayor seguridad y tranquilidad para pasar el aislamiento dejaron Sri Lanka para llegar a Myanmar, ex Birmania. Se trata de una nación del Sudeste Asiático que limita con India y Bangladés al oeste, Tailandia y Laos al este, China al norte y noreste, y con la bahía de Bengala y el mar de Andamán al sur.
A su llegada estuvieron alojados en un hotel con turistas de todo el mundo (italianos, españoles y franceses, entre otros) que les hizo pensar que no estaban un lugar demasiado seguro para su salud. Finalmente, gastando una fortuna consiguieron un departamento donde se encuentran alojados actualmente.
Avizorando el avance de la pandemia, comenzaron a hacer tratativas para volver a nuestro país antes de que se conociera el cierre de las fronteras. “Hablé con la aerolínea para intentar cambiar el pasaje que tenemos para mayo pero me dijeron que trabajan para resolver lo inmediato; le dan respuesta a quienes les falta poco para viajar”, contó Mariela a Primer Plano Online en una comunicación telefónica por WhatsApp, que debió coordinarse para encajar más o menos razonablemente en la diferencia horaria –extraña por cierto- que existe entre ambos destinos: en Myanmar es nueve horas y media más tarde que en nuestro país.
Los viajeros castelarenses también completaron el formulario de la Cancillería Argentina que simplemente registra en qué lugar del mundo hay compatriatas varados, “de ellos nunca obtuvimos una respuesta”, cuenta frustrada la ex docente. No les fue mejor con la Embajada de nuestro país en Tailandia, que es la que atiende en la región donde se encuentran: “no nos dan ningún tipo de solución a nada; ni siquiera para ayudarnos a renovar las visa que en Myanmar tienen vigencia por 28 días y en no mucho tiempo se nos van a vencer”, se lamenta.
Aunque en un principio la idea de la pareja no era volverse ni reclamar la repatriación, como viene ocurriendo con otros viajeros, “finalmente entendimos que volver a Argentina es un derecho que tenemos, como les ocurre a los turistas de tantos otros países a quienes los dejan regresar a su lugar de residencia como corresponde. Es muy duro leer a la distancia que algunos compatriotas nos traten de irresponsables por haber viajado, que nos acusen de ‘chetos’ por haber planificado un viaje en la otra punta del mundo después de haber trabajado tan duro durante tantos años, o que nos digan que nos tenemos que embromar. En nuestro caso nada de todo eso que se dice es verdad. Estamos muy angustiados porque no nos llama nadie; estamos afrontando un gasto inmenso sin ningún tipo de ayuda y con la posibilidad latente de enfermarnos en un país que no es el nuestro”, explica con calma pero suma preocupación Mariela.
“Solo queremos protección y contención, no pedimos dinero ni ayuda económica. Sí una pizca de empatía de parte de nuestra embajada para que por ejemplo, podamos tramitar la renovación de las visas sin tener que salir y romper el aislamiento a riesgo de enfermarnos”, explican.
Viviendo el minuto a minuto y soñando con la vuelta a casa para ver a sus respectivos hijos y padres que viven la misma desazón e incertidumbre que ellos, pasan los días en un sube y baja de emociones. Por lo general Mariela llora, Gustavo la contiene y acto seguido comparten imágenes de lo que debería haber sido un viaje soñado y se transformó en una pesadilla. Es que ellos postean increíbles tomas fotográficas que ojalá pronto sean las postales de una aventura a la que lograron sobrevivir gracias al amor que los llevó hasta esas tierras y los cobijó allá lejos, muy pero muy lejos de casa.