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jueves, febrero 6, 2025
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Por primera vez habla la familia de Lucrecia Arias: “no se sabe cómo salir de esto”

La prima hermana de la vecina de Castelar asesinada en la puerta de su casa delante de su hija dio detalles del episodio. Cómo está la chica que fue testigo y el recuerdo a una mujer que tenía “amor para todos”. El insólito diálogo entre los asesinos luego de gatillar el balazo fatal. El último paseo por la playa con Bruno, el nene que da batalla contra la leucemia.

No se sabe cómo salir de esto. A veces volvemos a la rutina y tratamos de olvidar por un rato, pero al volver a casa el vacío se siente. Y ahí aparece la ausencia”.

Gabriela es la prima hermana de Lucrecia Arias, la vecina asesinada en la puerta de su casa de Castelar norte el pasado jueves 25 de enero. Ambas son los extremos de la familia: ‘Lucre’, como la llama, era la mayor de Diego y Sebastián, sus dos hermanos, y también la primera entre doce primos. En la otra punta está Gabriela, la más chica y quien desde hace algunos meses era la gran protagonista.

“Somos una familia muy unida, incluso entre primos. Ya estábamos bastantes conmovidos con lo de mi nene y ahora esto nos terminó de impactar y nos cambió la vida para siempre”, dice la mujer. Se refiere a otra fecha que la marcó, cuando en septiembre de 2022 recibió el diagnóstico de leucemia para su nene Bruno, que actualmente tiene cinco años. Y su gran sostén acá en Buenos Aires, donde se instaló con el chiquito, fue su prima.

El crimen de Lucrecia Arias
Lucrecia y su prima hermana Gabriela eran muy unidas, mucho más después de la enfermedad que marcó a la familia

El miércoles 24 de enero merendaron juntas. El nene estaba internado por una fiebre que no bajaba y terminó siendo Covid y ‘Lucre’ quiso estar con ella en la angustia. “Era así, siempre tenía lugar para todos”, le contó Gabriela vía telefónica a Primer Plano Online. Aquella jornada Lucrecia trabajó todo el día y luego de compartir una merienda chocaron los puños y se prometieron ser fuertes por Bruno.

El jueves, un rato antes del crimen, Arias le escribió un mensaje. “Prima, mañana no puedo, pero el sábado nos vemos”. En el chat entre ambas fue lo último que quedó registrado. Eran las 21 y un rato después se enteraba de lo que pasó. “A principios de enero se fue a Villa Gesell, donde vivo, y estuvo con Bruno en la playa. Se divirtieron como nunca. Esto nos cambió la vida para siempre”, sentenció Gabriela.

“JUSTICIA SERÍA QUE NO HUBIERA PASADO”

Es la primera vez que la familia de Lucrecia acepta brindar en público un detalle pormenorizado de cómo sucedió el crimen. La sospecha que abonan, al igual que la principal hipótesis plasmada en la investigación, no es que se le trabó el cinturón de seguridad, sino que demoró en sacarlo por los nervios de tener a dos personas apuntándola y a su hija debajo del auto.

“Ellas llegaban (Lucrecia y su hija) y la nena ve que los ladrones bajan rápido del auto. L. (el nombre de la chica no se publica para resguardar su identidad) se baja rápido y corre a la vereda de enfrente. Se puso de espaldas a la escena, que no quería verla. Interpretamos que Lucre tardó en sacarse el cinturón y por eso quizá pensaron que tenía un arma, o que como ella tenía el pie en el freno tal vez al soltarlo el auto se movió y pensaron que se iba a escapar”, reveló Gabriela. En rigor, es lo que la hija de Lucrecia contó.

Fue en ese momento que, tras escuchar el disparo, la hija de la víctima oyó un diálogo que impacta, porque demuestra el poco valor que tiene la vida para este tipo de delincuentes. “Todo duró menos de un minuto. Y L. escuchó que entre ellos empezaron a discutir. ‘Qué hiciste, pelotudo’, le recriminó uno a otro”, señaló.

Después de ese instante los asesinos huyeron. Y no se sabe en qué momento tomaron el celular de Lucrecia que, a la postre, fue clave en la investigación. “Es real que nos dimos cuenta varios días después que faltaba el celular. Pensamos que estaba en el auto o que se había perdido en medio del lío, pero no: se lo habían llevado”, reconoció Gabriela.

Si no se llevaban ese teléfono estaríamos en cero. Encima no hay cámaras en Castelar, así que mucho no tendríamos. Recuerdo que Rubén, el marido de Lucre, nos había dicho que era una zona tranquila. Y cuando llegamos a la casa después del hecho nos recordó ese comentario”, subrayó la prima de la víctima.

En medio del dolor que perdura, Gabriela destaca la entereza de su sobrina, la hija de Lucrecia. “Es muy parecida en el carácter a su mamá. Todos teníamos miedo y ella, gracias a Dios, pudo hablar con la Policía, dar datos y sostener al papá y al hermano”, valoró.

Y dejó una reflexión para finalizar la charla. “Era una madraza espectacular, compañera de sus hijos como ninguna. Ojalá hubiera trabajado un poco menos y se hubiera dedicado más a disfrutar. Para nosotros justicia sería que no hubiera pasado. Pero ojalá que los que hicieron esto paguen”, concluyó.

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