Exhaustos por el agotamiento físico pero desbordantes de felicidad. Así terminaron ayer las decenas de colaboradores que se acercaron a colaborar con la última jornada, la cúlmine, la más importante de todas del Proyecto Mochi: el día en que las mochilas armadas por los anónimos y solidarios participantes empezaron a viajar a su destino final, que son las manos de aquellos niños que las comenzarán a usar con el comienzo de clases el próximo 6 de marzo.
Fueron casi 8 mil las que recibieron. El tema es que, a esta hora, no está el número final porque las siguen contando. Hasta anoche habían entregado 3 mil a 40 comedores del conurbano, pero quedaron en un depósito alejadas las que van a ser enviadas al interior del país, concretamente a Misiones, Río Tercero y Córdoba capital. En el club también quedaron alejadas más de un millar de mochilas, que van a ser distribuidas a partir de hoy mismo a comedores y organizaciones de la sociedad civil que se inscribieron como posibles beneficiarios y fueron anotados en la lista de espera. Las promotores de la campaña se pondrás a distribuir en el número más equitativo posible cómo hacerlas llegar a sus destinatarios.
Primer Plano On Line estuvo allí, acompañando una movida que resultó ser extraordinaria. La primera referencia para ilustrar el impacto que provocó en la gente fue lo dificultoso que resultó estacionar en cercanías de la sede del club LES QUATRE BARRES, en Castelar. Hubo que caminar varias cuadras para llegar. Otro fenómeno que pudo apreciarse fue la diversidad de estratos sociales que se sumó.
Desde personas humildes que lograron juntar con la colaboración de vecinos y amigos todo lo necesario para armar una mochila hasta quienes llegaban en vehículos 0 kilómetro. Había mamás, papás, chicos y chicas de varias edades, y no era llegar y dejar la donación. Se quedaban, preguntaban, se ofrecían a ayudar en lo que necesitaran. Todos recibían la invitación a entrar, a empaparse en esa verdad solidaria que, como pocas otras, es una expresión genuina y auténtica de nuestra sociedad.
María Laura Companys, Fernanda Supzeszyn, Virginia Dalmaso y Natalia Tirigay son las caras visibles de esta campaña, que llevaron adelante sin ningún tipo de apoyo oficial (que tampoco buscaron, es válido aclarar). Eso sí: se vieron desbordadas por la repercusión de la movida. Quizá el desafío para ellas, en los próximos emprendimientos solidarios, sea constituirse como una ONG para tener un respaldo institucional a su acción.
Por caso, hubo empresas que quisieron colaborar pero a través de la donación de dinero, y tuvieron que rechazar la ayuda por no tener más que cuentas bancarias personales para aceptarlo. Como podía prestarse a confusiones, entonces decidieron no recibir más que mochilas y los citados botiquines. Aseguran que ellas no buscan trascender sino que priorizan la campaña, y hacer motivar el espíritu de la ciudadanía, al que consideran solidario de por sí. Después, coinciden, quedará en los padres que entregan las mochilas a sus hijos decirles de dónde provienen, si es que lo prefieren. Pero eso es casi una anécdota, el otro lado de la iniciativa. En ese entonces, confiesan, quisieran tener una camarita para poder ver, desde la clandestinidad, las miles de caras que reciben sus útiles para comenzar la escuela.
La explosión fue tal que tuvo una repercusión paralela. A través de las redes sociales, fueron los propios usuarios quienes preguntaron de qué otra forma podían colaborar, dado que quizá el número de mochilas ya superaba la capacidad operativa de la organización Y surgió una idea que se terminó de concretar ayer mismo: botiquines con elementos de primeros auxilios.
Es más: cuando los vecinos se percataban de esa movida, muchos se iban hasta alguna farmacia cercana y compraban gasas, algodón, alcohol puro, en gel, líquidos para limpiar heridas, curitas. Todo se depositaba en pequeñas cajas y se distribuía con los útiles escolares. Ileana Martínez Lloret improvisó un rincón en la sede del club y se puso al frente de la recepción y armado. De a ratos se le acercaban los Payasolidarios de Morón, que endulzaron la jornada con sus improvisaciones y la alegría que les fluye de los poros. También colaboraron un grupo de scouts que ayudaron a los organizadores de esta gran movida a ordenar la inmensa cantidad de mochis que llegaron.