En la mejilla derecha Jorge Bielli (60) tiene una marca. Es una cicatriz debajo de un ojo que se esconde entre las líneas de expresión. «Me quedó del robo 14», recuerda mientras se señala a la altura del pómulo, en su pizzería de Pueyrredón y Julián Pérez, en el límite entre Haedo y Morón.
Entre 2010 y 2016 le robaron 15 veces. Fueron tantas y tan seguidas que hizo folletos para advertirle a sus clientes: «Fue porque se robaron hasta los pedidos, con las direcciones de la gente pegadas en la comanda. Tenía miedo de que les fueran a robar y pensaran que yo tenía algo que ver», recuerda, todavía indignado.
La peor fue el 14 de febrero de 2016, cuando lo golpearon tanto que le quebraron un dedo y la clavícula. O al menos eso contaba hasta el 23 de julio. Ese lunes, a las 17.30, Jorge regresaba de comprar bebidas en un mayorista. Se detuvo en el camino para dejar un pedido y después descargó todo en su Pizzería Piedra Libre, en Juan Martín Pueyrredón 499. «Se ve que me venían siguiendo porque me relataron todo lo que había hecho esa tarde. Y a ocho cuadras del local me cruzaron una camioneta Amarok negra. Dos se metieron en la mía y me secuestraron. Dimos varias vueltas y me pasaron a la Amarok», recordó Jorge al diario Clarín.
Según sus cálculos estuvo más de una hora dando vueltas por Haedo mientras lo amenazaban armados. «Me levantaron en Saavedra y Avellaneda, me pedían plata. Querían que los lleve a sacar plata por los cajeros, o que los llevara a mi casa. Les di la plata que tenía. Y les pedía por favor que me soltaran», relató sobre eso minutos de terror.
«Tu vida no vale nada en ese momento. Ellos están armados y pensaba que en cualquier momento me iban a matar. Yo trabajo todos los días, los fines de semana. Tengo que cerrar más temprano por miedo a los robos. Si tengo que elegir entre vender cinco o diez pizzas más y arriesgarme a que me maten un hijo, entonces cierro más temprano. Ahora a la gente le digo que venga a buscar la pizza porque con los deliverys es un tema, no quieren salir mucho por la inseguridad», describe todavía asustado.
Harto de los robos y de la falta de respuestas, Jorge piensa en cerrar el negocio que tiene hace 22 años en el barrio en el que se crió. «Estoy cansado, no puedo más. Yo no me caigo por mi familia, pero toda esa semana no hubiera abierto. Lo hice porque tengo que pagar a proveedores y por todo lo que me robaron. Pero no me dan más ganas», se queja.
Para él lo más importante es saber la verdad, pero no encontró respuestas entre los investigadores. «Después de tenerme dando vueltas más de una hora me tiraron en la colectora del Acceso Oeste al 2200, antes del Posadas. Cuando me bajaron ahí tuve mucho miedo porque estaba oscuro, no sabía si me iban a tirar en cualquier momento. Me hicieron caminar por un puente, me dijeron que del otro lado había una remisería, temblaba porque me sacaron hasta la campera», describió.
Y agregó: «Me dio miedo que me quieran asaltar porque no tenía nada para darles, así que caminé hasta Plaza Alsina que hay un puesto policial y pedí ayuda», detalló Jorge. Ahora quiere saber qué pasó y que detengan a sus atacantes, además que mejore la seguridad en su barrio: «Yo los escuchaba, hablaban entre ellos se decían ‘sacame de esta zona’ o ‘quedate tranquilo que acá está todo liberado’. Y es cierto que no nos cruzamos ni un sólo patrullero. Cuando les dije que tenía el negocio en el centro de Morón no quisieron ir, sabían por dónde andar».
Jorge pidió a la Secretaría de Seguridad Ciudadana las grabaciones de las cámaras para que puedan encontrar a quienes lo atacaron, pero descubrió que no funcionaban: «El domingo se había caído el sistema y parece que las cámaras no grababan. Yo quiero saber qué pasó y poder trabajar tranquilo. No me quiero hacer rico, pero no quiero vivir pensando que me van a matar de un tiro», cerró.