Se terminó la travesía. José María Lamarque, este vecino de Castelar que a los 60 años se animó a desafiar el destino para escalar el Aconcagua, ya está de regreso en su casa. Desde la tranquilidad de su hogar y con la satisfacción de haberlo intentado todo para hacer cumbre, el responsable de la biblioteca Palabra Nómade contó su experiencia a Primer Plano Online.
En la última nota que publicó este medio, el aventurero estaba dejando la Plaza de Mulas, a 4500 metros de altura. Era una etapa intermedia del ascenso. Después llegaría Canadá, a 5000 metros, Nido de Cóndores, a 5500, y Cólera, a 6000 metros. Cada una de las etapas son un día de ascenso: se escala de a 500 metros para luego descansar y aclimatar el cuerpo a las nuevas condiciones meteorológicas. Allá arriba, en Cólera, el plan es parar un día entero para emprender el ascenso final: los últimos 1000 metros hasta la cumbre.
Cuando Lamarque llegó a ese pico de 6000 metros ya estaba cansado, pero con el día de descanso en el medio, decidió continuar. Pudo ascender hasta los 6500 metros y no aguantó más. Estaba exhausto, agotado y con mucho frío, dado que allá en las alturas enfrentaban temperaturas de hasta 15 grados bajo cero. Ahí toma relevancia la recomendación de los guías: si alguien se siente sin energía, lo mejor es no intentar llegar a la cumbre, ya que la bajada, o sea el regreso a Cólera, es más complicada que el mismo ascenso.
Según describen quienes conocen la montaña, en esa última instancia el riesgo de vida es altísimo. “Vi gente a la que bajaban con distintos problemas de salud”, recordó el director de la biblioteca Palabra Nómade, que estuvo a sólo 500 metros de llegar a la cumbre, algo así como seis horas de ascenso. Pero interpretando el mensaje de su cuerpo dijo basta. “No quiero convertirme en un héroe. La verdad, hubiese querido que un helicóptero me pasara a buscar y me lleve a Castelar, a mi casa”, sintetizó en conversación con este medio, que siguió su travesía desde que era un entusiasta plan.
https://www.primerplanoonline.com.ar/index.php/2020/01/15/la-bandera-de-la-biblioteca-palabra-nomade-de-castelar-sigue-trepando-al-aconcagua-ya-llego-al-campamento-mas-alto-del-mundo/
“El frío te penetra la piel, usamos 3 pares de guantes y aun así tenés que mover permanentemente los dedos para q no se congelen. No me canso de decirlo, el Aconcagua es la desmesura. Estaba al límite y como siempre dije yo no vine a competir con la montaña, ella fue la que me llevó de la mano”, reflexionó. Lamarque llevaba dos desafíos consigo: uno era que la bandera firmada por los amigos de la biblioteca se pueda desplegar en la cumbre. El guía que lo acompañó se comprometió a que llegará y será desplegada en el pico más alto de América y el más alto del mundo fuera de Asia, con 6962 metros de altura en total sobre el nivel del mar. Cuando llegue, esa foto será publicada por Primer Plano Online.
El otro proyecto que llevó el aventurero fue la bandera de la tradicional fábrica de pastas ‘Maxipasta’ de Castelar. Los dueños de ese comercio siempre colaboraron con la biblioteca y, a modo de gratitud, también llevó la insignia. Esa foto ya llegó pero también luego de una serie de dificultades, como por ejemplo, que se le rompió la cámara a quien la sacó y lo único que quedó registrado fue la imagen captada desde la lente. Ahora, cuando el guía llegue de vuelta a la cumbre, podrá tomar la foto de la bandera de Palabra Nómade firmada por todos los amigos que colaboraron con la expedición.

Por último, y a modo de agradecimiento por la aventura, el trato y las enseñanzas que recibió, Lamarque nombró al guía como embajador de la biblioteca, que próximamente tendrá una suerte de subsede en Plaza de Mulas, para que las personas de todo el mundo que pasan por allí tengan acceso a libros en varios idiomas que podrán consultar antes del soñado ascenso al Aconcagua.