Prefirió quedarse en la cárcel de Olmos, el lugar que era su casa desde hacía 23 meses, a recibir la noticia de la sentencia en vez de ir a los Tribunales de Morón. Sí, 23 meses estuvo privado de su libertad Jonathan Acosta acusado de un crimen que se comprobó en el juicio no había cometido. Casi dos años de no estar con su esposa, con su pequeña hija de ocho años y su hijo de cuatro, y de acudir a su trabajo para llevar el alimento cotidiano a casa. Un tiempo oscuro, que le será imposible olvidar y de que le quedará una huella indeleble.
Apenas pasado el mediodía recibió el mensaje que tanto esperaba leer: “Absuelto. Libre hoy mismo”, decía el texto. Era su abogado, Juan Carlos Gómez, quien lo patrocinó a lo largo de la investigación porque siempre confió en su inocencia. Caminó por un pasillo, se abrazó con un compañero que siempre le dio aliento y se aprestó al trámite para dejar la celda. Aunque recién a las 22.30 se abrió la puerta principal para dejar la prisión.
La vida le brinda una nueva oportunidad luego de enfrentar una durísima acusación, que era haber asesinado al colectivero Federico Rivero en un intento de robo ocurrido el 16 de junio de 2020 en Merlo. Por eso crimen el otro acusado, Sergio Armoa, fue condenado a perpetua. Esa acusación recayó sobre él también sin haber tenido nada que ver.
En una entrevista exclusiva con Adrián Noriega en la emisión semanal del programa periodístico Primer Plano por el canal Somos, de Flow, Acosta se presentó junto al profesional que lo acompañó durante este largo tiempo de padecimiento. “No es fácil la cárcel”, se sinceró durante la charla, en la que se refirió a lo vivido y también trazó una división con el futuro y sus ganas de volver a empezar.
“Desde un principio, y lo he volcado en la Fiscalía, sostuve que este chico era inocente. Lamentablemente la Fiscalía de Instrucción no realizó las pruebas que debió haber realizado en su momento”, reflexionó su abogado en un claro cuestionamiento a la investigación llevada adelante por el fiscal Fernando Capello.
“Lo llevaron a declarar casi un mes después del hecho; nosotros solicitamos a Trenes Argentinos las cámaras de la estación de Ramos Mejía, de Merlo y del túnel de Merlo, que fue el recorrido que hizo, e incluso de un kiosco en donde hizo una carga telefónica. Si hubieran hecho esa prueba lo hubieran desincriminado desde un primer momento”, precisó el letrado.
Con una consulta sencilla el conductor del programa puso contra las cuerdas emocionalmente a Acosta. “¿Cuál es la sensación de estar libre?”, lo indagó. “Es una pregunta fuerte. Yo sabía de mi inocencia y siempre peleé por eso, pero no tenía la última palabra. Mi fe siempre estuvo puesta en Dios y sé que a él no se le puede escapar nada. Tuve pensamientos muchas veces positivos, otras veces negativos. Fue una lucha”, respondió.
Y habló también de la viuda de Rivero, quien sostuvo hasta el final que él fue uno de los asesinos que mató a su esposo. “No la puedo tratar de mentirosa, sino creo que se equivocó: no eran mis ojos (los que vio), no era mi voz (la que escuchó) o le habrán dicho algunas personas que fui yo y se habrá tomado eso. Siempre me pregunté el por qué de la acusación cuando nunca tuve ningún problema con la señora”, se explayó Acosta.
ECOS DEL JUICIO Y VOLVER A SER LIBRE
Para Juan Carlos Gómez, si se hubiera investigado con conciencia se hubiera evitado que un inocente pase tanto tiempo privado de su libertad. Es real un elemento: la viuda de Rivero, y un testigo que declaró durante la instrucción pero no se presentó en el juicio, habían reconocido a Acosta como el otro autor del homicidio.
“La prueba de geolocalización de los teléfonos obraba en poder de la Fiscalía, que sí la había pedido. Lo que no realizó fue la pericia de voz. Los teléfonos decían que Jonathan había estado todo el día trabajando en Ramos Mejía, después viajó en el tren rumbo a Merlo y hablando con la hermana. Esa pericia de voz era fundamental y no la realizó la Fiscalía en toda la instrucción. Se hizo en el juicio gracias a la amplitud de prueba que tuvo el tribunal”, destacó el letrado.
Esa pericia realizada en medio del debate “fue determinante”, señaló Gómez. Es que dos especialistas de la Suprema Corte de Justicia confirmaron que la voz de los mensajes que Jonathan mandó a la hora del crimen era la suya. De fondo, incluso, se escuchaba el ruido de circulación del tren y el grito característico de un vendedor de alfajores arriba de la formación. Salvo que se teletransporte, era imposible que haya estado en dos lugares a la vez.
Ya en libertad, y luego de reencontrarse con sus dos criaturas y su esposa el viernes pasado, Jonathan tomó la decisión de ir a vivir a la casa de su hermana y no volver al barrio por unos días “para que se apacigüen las cosas y que la gente lo pueda entender”.
Habló con su mujer sobre la chance de irse del barrio, pero ella no quiere. “Vos no mataste a nadie, fuiste a un juicio y lo comprobaste”, le dice la esposa, que tiene su trabajo cerca al igual que el jardín al que va el hijo de ambos. Además tiene planes: ya está en campaña para conseguir trabajo lo antes posible.