El lugar para emplazar su obra no fue casual. El mentor del Arco de Balá pondera las características de la zona que rodea al Boulevard Fleming en pleno corazón del barrio de Villa Ariza como una “perla” en Ituzaingó: rodeado de plazoletas, diagonales, arboleda, cerca del Acceso Oeste, donde se acercan las familias con sus niños a jugar y deportistas a entrenar, constituye un espacio de vida sana que se emparenta decididamente con el mensaje que quiere transmitir.
El Arco de Balá en construcción camufla en su estructura un proyecto habitacional de dos triplex aterrazados con sus respectivos balcones hacia el fondo, con patio, cochera y todas las comodidades que requiere una familia para vivir de manera confortable. Aunque en esencia parece una excentricidad, su mentor asegura que los futuros ocupantes de estas casas –que aún no tienen dueño- “serán habitantes del Arco de ingreso a lo que dentro de un tiempo será la República de Carlitos Balá, un paseo de arte urbano que proyecto concretar como complemento de esta obra”.
Si bien aún está en proceso, al observar la construcción de frente la mente se remonta al Arco de Triunfo francés, con sus molduras y esculturas, iluminado de arriba hacia abajo, construido sobre un boulevard similar a los parisinos, con una rotonda en el medio y dos diagonales. Este entorno se podrá apreciar en poco tiempo más desde la Autopista del Oeste, generando la atención de quienes pasen por la zona y lo visualicen desde diferentes ángulos por las calles que circundan la obra.
Aún falta poco más de dos meses de trabajo para su culminación. Restan los detalles de molduras y esculturas que serán realizadas en relieve con telgopor de alta compresión revestidas. Habrá allí imágenes del Chupetómetro, Angueto, y se recrearán frases selladas a fuego por el ídolo infantil, autor del inolvidable ¿qué gusto tiene la sal? y tantísimas otras.
El mismísimo Carlitos Balá conoce y aprueba el proyecto-homenaje inspirado en su vida. El propio Díaz lo presentó ante el cómico y su entorno, quienes le dieron el visto bueno y lo alentaron a avanzar en esta iniciativa original por demás.
“La idea es convertir al distrito de Ituzaingó en un paseo de arte, sin entrar obviamente en el núcleo central del municipio donde hay construcciones tradicionales y edificios en altura. Apuesto a generar alegría y lograr que caminar por sus calles no implique la monotonía de ver el gris, el beige y el verde agua permanentemente. Sueño con que en el futuro lleguen hasta aquí artistas de otras latitudes para convertir a Ituzaingó en la meca del arte urbano de la provincia de Buenos Aires”, proyecta Díaz.
El arquitecto-artista no es ningún improvisado, claro está. Comenzó a construir a sus 18 años y ya lleva realizadas 16 obras temáticas en Ituzaingó, más 300 propiedades y alzó otros 600 departamentos en Morón a lo largo de diez años en los que desplegó allí su ‘pasión por los ladrillos’. Para acompañarlo a soñar, una de sus hijas, a punto de recibirse de maestra mayor de obras, ahora trabaja con él.
Despreocupado por los comentarios y las críticas que recibe su obra asegura que “aunque parezca frívolo, éste es un proyecto que va a generar alegría, libertad, diversidad y violencia cero”. Cuenta a modo de anécdota el concepto que lo Inspiró para tomar la iniciativa de construir el Arco de Balá, la piedra fundamental para empezar a soñar con una futura República de Balá que se alzará en torno a esta obra en un futuro no muy lejano. Traza para ello un paralelismo con lo que ocurre en Dinamarca con dos ciudades emblema: “Copenhague –su capital- una de las más limpias del mundo está ubicada a muy poca distancia a Christianía, la ciudad hippie de los años 60 donde impera la desprolijidad, la suciedad, el libre consumo de marihuana, sus paredes están grafiteadas, hay puestos callejeros por doquier… sin embargo, cuando los habitantes de uno u otro lugar cruzan el límite que los divide, conviven sin conflictos. ¿Por qué no podemos nosotros vivir del mismo modo?” se pregunta Díaz. Si bien algunos intentan disuadirlo de su sueño utópico, él insiste y sentencia “fracasar es no intentar y si no sale como yo pienso, estoy seguro de que la próxima vez resultará mejor”.
Convencido de que su obra más que un lujo representa un estilo de vida, Rubén Díaz se contenta con que los observadores de sus creaciones se tomen un minuto de su tiempo para regalarle una emoción, que puede ser de aprobación o de crítica. “Para mi cualquier devolución es valiosa: el empate lo tengo asegurado, a veces puedo ganar y otras no” cierra este soñador que por fortuna para los habitantes del oeste vive, proyecta y pone manos a la obra en Ituzaingó.