Se escucharon sus gritos y el ladrido de los perros, pero nadie salió a ayudarla. Era poco antes de las 6 de la mañana, todavía de noche, y la joven caminaba por la vereda para tomar el transporte público y dirigirse a su trabajo, pero un delincuente tenía otros planes para su amanecer.
Ocurrió sobre la calle Settino, casi esquina Billinghurst de la localidad de Rafael Castillo, en La Matanza. “Estoy yendo a trabajar”, clamaba por clemencia la chica. “Dame el celular”, era la preocupación e insistencia del malviviente, que revolcó a la víctima por el suelo para quitarle el dispositivo del bolsillo.
Después de quitárselo, el cobarde huyó corriendo del lugar, y la víctima también corrió, pero en dirección contraria: volvió a su casa buscando algo de consuelo. Grupos vecinales de la zona divulgaron el video para intentar conseguir datos del atacante, un varón delgado y vestido con remera y bermuda, además de una gorra.
Como sea, es el reflejo de la inseguridad que asola el conurbano, y que la sufren por igual las personas de mayor y de menor nivel adquisitivo. Los delincuentes ya no discriminan a quién interceptar y con qué quedarse, siempre que sea un objeto de valor, como un teléfono. De hecho, a la víctima la mochila no se la robó.
