“Somos un grupo de payasos de hospital con vocación de acompañar a la gente que está internada y pasando duros momentos en su salud. También al personal que asiste a los pacientes. Nos une la idea de servir a quien lo necesita”.
Héctor Roldán es uno de los integrantes de Hospi Payasos, un grupo de voluntarios y voluntarias que viven con pasión el arte clown con el deseo de transmitir una mirada social y humanitaria. La finalidad, según lo indica su propia declaración de principios, es “desdramatizar lo traumático” que implica una internación.
Actualmente, la entidad tiene rutinas de visitas en distintos establecimientos sanitarios. El Bocalandro, de Loma Hermosa; el Hospital Militar, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires; el Hospital de Morón y el Hospital del Niño de San Justo. Allí, en distintos días y horarios su presencia es parte de los tratamientos para alimentar el espíritu de quienes necesitan sanar.

No es improvisado lo que realizan. Para llegar a ser payaso de hospital Héctor atravesó por varios cursos específicos que lo formaron en la modalidad. Claro está: no es lo mismo que payaso de circo, otro de teatro y uno callejero, por caso. Y tampoco preparar una intervención ante personas adultas que niñas, niños o adolescentes.
“Yo estoy más preparado para estar con adultos que con niños. Tengo compañeras que son docentes, muchas de nivel inicial, que tienen más recursos”, le contó Héctor a Primer Plano Online. En su rol de clown es el ‘Doctor Jolgórico’. Y reveló un detalle no menor: cada uno de los participantes en Hospi Payasos paga una cuota social para mantener la actividad.
En la ONG tienen una máxima que respetan casi como un dogma. “El límite siempre lo pone el paciente”, aseguran para explicar sus intervenciones. Tanto a Héctor como a otros integrantes del grupo alguna vez les han dicho que no, que preferían no recibirlos. Eso también fue parte de su aprendizaje. “Es muy respetable, una elección del paciente desde su autonomía”, refirió el artista.
Otra regla de conducta que no negocian: fomentar el arte de payasizarse haciendo visible que todas las personas, tengan la edad que tengan, cuentan con potencial para jugar libremente y divertirse. Acompañar desde el humor, desde el amor y desde una sonrisa es sanador. Geriátricos, instituciones educativas y otros espacios para desparramar alegría son objeto de su alcance.

En su actividad particular, Héctor vende máquinas etiquetadoras automáticas para etiquetas autoadhesivas en rollo. “Nada que ver con un payaso”, aclaró en la charla con este medio, en la que también pretendió desmitificar una noción instalada en el imaginario colectivo: “no es necesario ser médico para ser payaso de hospital”.
Hospi Payasos se fundó en 2015 y fue refundada después de la pandemia. Hoy la sede física en la que se reúnen es una escuela privada de Hurlingham, que sede desinteresadamente sus instalaciones para la realización de su encuentro mensual de capacitación. Allí planifican sus futuras visitas y socializan vivencias.
“La primera vez que pisé un hospital fue muy fuerte, una experiencia mágica que no olvidaré jamás. La gente está internada, con su cara seria y simplemente con aparecer ya les robás una sonrisa. Nada pega tanto como ese primer impacto. Es deslumbrante”, cerró Héctor, quien también agradeció la colaboración de las y los profesionales de la salud para organizar cada uno de los espacios en los que aparecen.
Si te interesa colaborar con Hospi Payasos, los datos son los siguientes:
