Claudio Viviani se puso al hombro hace cuatro años y medio el reclamo de justicia por el crimen de su hermana Judith, la docente asesinada de un balazo en la cara en la puerta de su casa de Haedo. Ese desafío personal, que empezó al mismo momento en que se hizo cargo del cuidado de sus sobrinos, terminó de una manera abrupta, en medio de un juicio que develó la trama oculta de una investigación escandalosa.
“Siento que ganó la injusticia. Hace cuatro años hubo una para mi hermana y ahora hubo otra para estos dos chicos”, reflexionó durante una charla telefónica con Primer Plano Online. Como publicó este medio ayer, los dos acusados por el crimen, que pasaron cuatro años y medio presos, fueron liberados y el tribunal adelantó su veredicto de inocencia para Walter Alejandro Leivas y Luciano Leónidas Leguizamón.

“Hay muchos grises en todo lo que pasó. A mí el fiscal (Fernando) Capello me contuvo, igual que el comisario (Gustavo) Potenza. Les vi pasión en el trabajo a ambos, pero después si hicieron las cosas bien o no ya no depende de mí saberlo. De lo que estoy seguro es que si hubo algo mal hecho no debe haber sido premeditado”, planteó el arquitecto, al tiempo que reiteró que “jamás busqué que pague un perejil, siempre quise que detengan a los asesinos”.
Como informó este medio, hubo una investigación que se comprobó estuvo mal realizada tanto por la Policía como por la Fiscalía interviniente. Las detenciones de Leivas y Leguizamón fueron avaladas por el entonces juez de Garantías Alfredo Meade, hoy ya jubilado. Una cadena de yerros concatenados en base a pruebas recolectadas que terminó con este verdadero escándalo que se ventiló en el juicio.
“La justicia fue muy lenta también, porque con las pruebas que había no deberían haber pasado tanto tiempo presos. Por ejemplo, Leivas demostró muy claramente que no estuvo en el acto ni la mató a Judith”, estimó Viviani. Como está establecido en la Constitución Nacional, la presunción de inocencia es el estado natural de los habitantes de la Argentina y la máxima en la justicia es que es preferible que un culpable quede libre a que un inocente vaya preso por un hecho que no cometió.
Al respecto, sobre el saludo final con el liberado Leivas que fue portada del artículo de Primer Plano Online de ayer, el hermano de la víctima señaló que “me considero un ser humano, y estaba seguro que él no era el asesino”. “Me acerqué porque sentí pena por él, por lo que le hicieron. Le di la mano porque estuvo bien con lo que dijo, que fue pedir justicia por Judith”, detalló.
Y reveló que, tras el juicio, volvió a su casa de Haedo caminando y llorando. “Me sentí frustrado no porque estos flacos salieran libres, sino porque no encontré a los asesinos”, se sinceró, como si hacerlo fuera responsabilidad suya: hay un Estado que no le brindó seguridad a su hermana primero y ahora le negó justicia a él y a sus sobrinos, los hijos de la víctima fatal, la única que no se pudo defender en todo este calvario.
“Ya le dije a mi hermana que no pude, y eso me tiene mal. Me cuesta mucho superar todo esto, porque si bien ella no era mi hija sí era mi hermanita menor, a la que llevaba a la escuela de chica. Yo quiero que esto sea una bisagra para mi vida. Después de casi cinco años ¿qué podés encontrar?” completó Claudio, quien ahora tiene como próximo paso sacar los restos de Judith del cementerio de Morón y cremarla “como una forma de “liberarla”.
Para finalizar agradeció el trabajo de la abogada María Inés Terrizzano, que lo acompañó en toda la investigación en representación del Centro de Asistencia a la Víctima del Ministerio de Justicia bonaerense, de los defensores de Leivas y Leguizamón, que según su óptica “hicieron un trabajo excelente”, que permitió llegar a la verdad, destacó la “imparcialidad” del fiscal Alejandro Varela, a cargo de la Fiscalía del juicio, y del tribunal que intervino.