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domingo, octubre 6, 2024
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Hartos de sufrir robos en Castelar e Ituzaingó, repartidores marcharon para pedir mayor seguridad

Una vez más los repartidores se movilizaron para pedir seguridad. Decidieron cortar por algunos minutos la neurálgica esquina divisoria de municipios, justamente donde cada vez que son víctimas de delitos, la policía los pelotea en virtud de si tal o cual hecho corresponden o no a sus respectivas jurisdicciones.

“Sabemos que quizás estamos complicando por un rato a la gente que vienen de laburar en sus autos, en bondi o moto, pero queremos que nos entiendan; armamos esta movida porque a nosotros literalmente nos están matando. No sabemos cómo hacer para parar los robos, la verdad”, explica a Primer Plano Online Pablo, uno de los tantos repartidores que ya fue víctima de los delincuentes por partida doble.

Trabaja para Rapi y hace dos meses llevando a su hija –que también es repartidora- a entregar un pedido en Ituzaingó les robaron la moto a punta de pistola. Y hace tres días, su hijo Gonzalo, también delivery, sufrió un atraco en Castelar. Los delincuentes además le pegaron un golpe en el casco con la pistola que usaron para amenazarlo de muerte.

Pablo cuenta además que hace dos días, mientras lo entrevistaban por el episodio que protagonizó su hijo,  a pocas cuadras le estaban robando a un compañero a quien además le dispararon, pero por suerte el  tiro solo le rozó el brazo.

Deliverys de todas las empresas que trabajan en la zona dijeron presente para pedir protección policial y darse apoyo mutuo

Si bien los repartidores, a quienes los une un verdadero espíritu de cuerpo, decidieron cuidarse entre ellos, necesitan del apoyo de la policía. Entablaron en este tiempo conversaciones con personal de las comisarías de la región a quienes les aportaron todo el conocimiento de la movida delincuencial a la que lamentablemente tienen acceso a diario. “El blanco son las motos”, define Pablo: “repartidores, servicios de mensajería y todo aquel que labura arriba de un rodado de este tipo puede ser una víctima”.

Los muchachos trabajan con miedo pero no les queda otra, de algo tienen que vivir. Pero se lamentan de que los delincuentes se muevan con semejante nivel de violencia e impunidad. “A todos los que estamos acá lamentablemente nos ha tocado protagonizar algún hecho de inseguridad  y hoy nos conformamos con estar vivos, pero esto no puede seguir así”, reflexiona Pablo.

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