“Perdón por mi hilo de voz”, se ataja Camilo Urquiaga. Termina de bajar del tren, se acomoda en el departamento y pide un rato para hablar con Primer Plano Online. “Cargo la batería un rato y charlamos”, se disculpa. Efectivamente, a la media hora devuelve un mensaje pronto para establecer el diálogo.
La bendición de las comunicaciones modernas: vía WhatsApp, este joven docente de Hurlingham que se hizo viral por juntar botellas y latas de cerveza cuenta que quedó disfónico por gritar los tres goles de Argentina frente a Italia en la Finalissima que pudo presenciar en vivo y en directo. Pero aclara un dato: ese video que captó una usuaria no fue posterior al partido sino el día anterior, cuando hinchas argentinos se juntaron para organizar un banderazo en apoyo al equipo.
“Se estaba terminando todo y empecé a buscar bolsas para juntar la basura porque vimos todo lo que había quedado. Lo hice espontáneamente. Estuvo bueno porque incluso se acercó la Policía a decirnos que no hacía falta. Y yo respondí que si fuimos capaces de hacer todo eso teníamos que ser capaces de dejar todo como lo encontramos”, contó Camilo. “La verdad fue una fiesta. Incluso hubo ingleses que se prendieron a saltar y a gritar porque no es algo que se vea habitualmente acá”, agregó.
Por más que minimizó su acción al considerar que “no me parece gran cosa lo que hice, lo hubiera hecho en Plaza de Mayo si era necesario”, el maestro mostró una faceta suya que lo expuso ante su familia. “No soy habitué de hacerlo. De hecho, ayer me mandó mensaje mi hermano y me decía que durante los años que dormimos en la misma habitación jamás lo ayudé a limpiar, je”, reveló.
“Es la imagen que estábamos dejando del país. Son costumbres distintas, tradiciones diferentes, y uno quiso dejar bien parado al lugar de donde viene. En la base del monumento había un hombre alcoholizado y se me acercó para agradecerme lo que había hecho. Me maravilló la cantidad de cosas que desencadenó ese simple gesto”, completó Camilo sobre el famoso video.
LA RAREZA DE SER MAESTRO DE PRIMARIA
No es común encontrar maestros frente a aulas de escuelas primarias. Y mucho menos gente joven, con lo cual su caso es una verdadera rareza. “Si vas al interior está lleno”, repara Camilo. “Siempre supe que con chicos y chicas se me da muy bien el trato. En el club, en la familia… Mi vieja fue muchos años directora del Sagrado Corazón, ya se jubiló, y un montón de gente en Hurlingham la conoce”, señaló.
El joven educador dicta clases de castellano: Sociales, Naturales, Prácticas del Lenguaje y Matemática a chicos y chicas de segundo y tercer grado del St.Hilda’s College de Hurlingham y la mayoría de papás y mamás de esa comunidad educativa lo ama. Ni hablar de sus estudiantes. “Lo que más me gusta dar es matemática, olvídate. Me gusta hacerlos pensar, pero también disfruto mucho los debates que se dan en sociales”, se sinceró.
Se recibió en 2019 y en 2020 tuvo sus primeros cursos en plena pandemia. Justamente ahí, con las técnicas que puso en ejecución para llegar a las y los alumnos es que se empezó a descubrir como alguien distinto en su especialidad. “Cada uno con sus herramientas hizo lo que pudo. Puede ser que haya sido una cuestión generacional, pero también me costó adaptarme eh”, aclaró.
Camilo siempre supo que quería ser maestro, por más que terminó el secundario y arrancó a estudiar Licenciatura en Turismo. “En el primer cuatrimestre me fue bárbaro, pero cuando arrancó toda la parte de contabilidad y economía me dije a mi mismo ‘en qué me metí’, y dejé”, contó. Tuvo pruritos al principio, porque sobre todo en el área metropolitana no es tan común ver maestros jóvenes al frente de un aula de primaria.
“Históricamente siempre fue una profesión más ligada a la mujer, pero me gustaría que muchos más varones se animen porque es una tarea que devuelve mucho más de lo que uno da. También creo que existe todavía cierto prejuicio social y estaría bueno que se rompa, como tantas otras cosas”, enfatizó. “Ser maestro y varón no le encuentro nada de raro. En Hurlingham somos pocos, debemos ser cinco o seis”, subrayó.
Por estas horas Camilo está haciendo cursos de capacitación en Londres, a donde llegó en marzo y tiene previsto volver al país en agosto, para retomar sus clases en el segundo cuatrimestre. Está haciendo un aprendizaje intensivo en inteligencia emocional, aplicable a sus estudiantes, por cierto, y otro de inglés. Se costea él mismo la travesía como un valor agregado a su carrera.
Con la poca voz que le quedaba, el maestro aprovechó para dejar un mensaje: “extraño mucho a mis estudiantes. Tengo muchas ganas de verlos y verlas”. Sabe que su ejemplo se expandió y que es otra manera de educar.