Comenzó con su afición por la montaña cronológicamente hace ocho años pese a que en el catálogo de las opciones para hacer cosas en la rutina el deporte y las alturas no forman parte de su menú. “Pasé varias veces por Ruta 7, en Mendoza, y desde ahí se ve el Aconcagua. Verlo me pareció imponente. Y se despertó la pasión”, le contó a Primer Plano Online sobre su amor por la montaña.
Se trata de Gustavo Velaz (56), abogado penalista y un entusiasta alpinista con una característica principal: cada vez que hace cumbre, la foto obligada es con la bandera del club del que se enamoró siendo chico, el Deportivo Morón. Se trata de un trapo con algunas averías en su confección pero que no se toca, no se remienda ni se lava, y se despliega en las alturas como un símbolo del objetivo cumplido.
“Tengo 15 cerros hechos. Algunos lo he repetido; en total son 20 cumbres. Y hubo otras 12 en que no llegué a la cima porque, como decimos nosotros, la montaña me mandó para abajo. Igualmente es válido aclarar: la cumbre realmente se logra cuando uno vuelve sano y salvo. Nunca se puede olvidar ese principio”, se sinceró en la charla.
Su primera experiencia fue una expedición que llegó hasta la Plaza de Mulas, un campamento intermedio en el Parque Nacional Aconcagua. Son 4250 metros sobre el nivel del mar, lo suficiente para comenzar sus aventuras allá en lo alto. Lo hizo con un guía y fue aprendiendo, incorporando conocimientos claves como el hecho de que, hasta los 4.000 metros, el oxígeno en el aire es prácticamente similar al que se respira en el llano. A partir de esa barrera baja automáticamente a la mitad: 50 por ciento, por eso tan necesaria la adaptación.

“Para ir a una montaña que supera esa altura tenés que tomarte por lo menos diez días para aclimatarte, porque sino no lo aguantás. En mi caso tengo un adicional: le tengo miedo a la altura, me da vértigo. Pero es tan atrapante estar ahí que la adrenalina supera al temor”, indicó Velaz, mientras prepara su próxima travesía al cerro El Pabellón, en Tucumán, cuya cumbre son 3500 metros. “Es a modo de entrenamiento”, aclaró.
En su trayectoria, el abogado logró completar la expedición al cerro Vallecitos, en Mendoza, y alcanzar los 5475 metros de elevación sobre el nivel del mar. Allá, donde las águilas se ven cerca. También hizo cumbre en los cerros El Negrito (4550 metros); Franke (4850 metros) y Adolfo Calle (4290 metros). ¿Llegar al Aconcagua? “Estimo que entre los 57 y los 58 lo voy a intentar”, indicó. La comparación en relación a las otras alturas mete miedo: es la cumbre más alta de América, y su llegada es a 6.962 metros sobre el nivel del mar.
Lo curioso es que, para la realización de este tipo de experiencias, nada más importante que la preparación física. Y, curiosamente, a Gustavo es algo que no le gusta para nada. “Pese a que no forma parte de mis intereses hacer deporte, mi motor es el amor por el andinismo. Por eso entreno, aunque tengo que ir variando las rutinas porque me aburro muy rápido”. Entre otras cosas le mete a su preparación gimnasio (pesas), funcional (con pero algo más aeróbico), spinning y natación: en esas cuatro variantes pasa entre mes y mes y medio.
Velaz nació en Timote, un pueblo de 800 habitantes del interior de la provincia de Buenos Aires, pero llegó al conurbano profundo cuando tenía 10 años. Y fue su papá el que le despertó el amor por los colores del ‘Gallo’ cuando, luego del ascenso de 1980, lo llevó a ver un amistoso contra el Cosmos de Nueva York, equipo en el que supo jugar Pelé.
“Sigo viviendo en la calle Entre Ríos, entre San Martín y Belgrano. Desde que fui por primera vez a la cancha los colores se hicieron parte de mi piel. Yo no conocía lo que era un estadio e ir a ver ese partido de festejo de campeonato en el Viejo Urbano me enamoró al instante. Por eso, cada vez que hago cumbre, nada mejor que mostrar la bandera del Deportivo Morón”, completó.
