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miércoles, junio 18, 2025
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EXCLUSIVO – Rompe el silencio la viuda del jardinero descuartizado por el escribano de Morón

Verónica Soñez recién está volviendo a ubicarse en tiempo y espacio. Es la viuda de Miguel Alejandro Pereyra (41), el jardinero asesinado de una puñalada por el escribano Ricardo Baladía y luego descuartizado, cuyas partes (no todas) del cuerpo fueron halladas en el Río Luján.

La investigación del aberrante crimen recién está empezando. Primer Plano Online pudo saber que la Fiscalía Nº 10 del Departamento Judicial Mercedes-Luján, por ahora a cargo de la causa, ya pidió una pericia psicológica del imputado que no logra realizarse aún dado que los peritos únicamente pueden hacer un informe por medio de una entrevista virtual por la pandemia.

El escribano Ricardo Baladía permanecerá detenido: se negó ante declarar ante la fiscal y enfrenta cargos por homicidio simple, aunque la calificación podría agravarse

Además, el escribano cambió de abogado defensor. Abandonó el caso Rómulo López y asumió su representación Luis Rappazzo. Lo que se cae de maduro, aunque será tema de una etapa posterior, es que el expediente terminará viajando rumbo al Departamento Judicial Morón, que fue el lugar en el que se cometió el asesinato.

De todos modos, ni la defensa del acusado ni el representante legal de la familia de la víctima, el abogado Pablo Lamoglia, pudieron acceder al expediente. La tarea del letrado de Verónica estuvo centrada, desde lo judicial, en la entrega de los restos para que su entorno pueda despedirlo. Esa fue la prioridad.

PRIMERA PARTE DEL TESTIMONIO DE VERÓNICA SOÑEZ

 

“Todavía no lo puedo entender”, contó Verónica cuando el periodista de este medio la consultó sobre lo ocurrido. Ella es mamá de los cuarto hijos de Alejandro, como lo llamaban en casa. Son tres varones de 14, 10 y seis años (el más chiquito cumplió años el sábado) y una nena de 8. Hacía 17 años estaba en pareja con su compañero de vida.

“Los tres más grandes se enteraron por la televisión el día que trascendió la noticia. El más chiquito no sabe, pero supongo que tendré que empezar a hablarle”, describió la mujer. En plena cuarentena la tristeza invade a la familia: hay un lugar que quedará vacío por siempre.

HISTORIA DE UN CRIMEN

Alejandro era jardinero de Baladía desde hacía poco más de un año y medio. Lo conoció por recomendaciones de personas allegadas con las que trabajaba la víctima y hacía mantenimiento de parques y jardines en diversas viviendas. El grado de confianza que establecieron que el escribano hasta convocó a Verónica a trabajar para realizar tareas de limpieza.

“Nosotros dejábamos a los chicos en la escuela y hasta nos juntábamos a comer con él”, narró la mujer. Pero hubo un hecho que marcó un antes y un después en esa relación. Una tarde, en octubre del año pasado, el asesino se presentó en la casa de Alejandro y Verónica con un discurso que ella definió como “extraño”. “Nos vino a contar que le faltaban dos relojes que eran importantes para él desde lo sentimental, y hasta le dijo a Ale que si aparecían le iba a regalar un auto”.

SEGUNDA PARTE DEL TESTIMONIO DE VERÓNICA SOÑEZ:

 

A los pocos días, varios efectivos policiales llegaron a la vivienda familiar de Villa Tesei a realizar un allanamiento. Buscaban los relojes, pero ya con determinadas características. “Decían que buscaban dos relojes de oro y otras cosas más, como cuellitos polares”, recordó Verónica. Después de revisar la casa de retiraron del allí sin llevarse nada, básicamente porque no había lo que buscaban.

Soñez quedó muy molesta con esa denuncia y juró no volver a Baladía. Y le pidió a su pareja que no lo vea más. Pero pasaron las fiestas y el escribano volvió a buscar a Alejandro por las casas en las que trabajaba. “Se deshizo en disculpas, le dijo que ya había encontrado al culpable y le suplicó durante varios días que vuelva a trabajar. Y él accedió, pese a que yo no quería”, reveló.

El escribano le ofreció trabajo en una vivienda de la calle Tucumán, para que haga mantenimiento del parque, y cuando iba a la escribanía del centro de Morón hasta lo hacía lavar los autos que tenía. Pero la noche del 12 de mayo, Alejandro había ido a la casa de su mamá a saludar a su hermana, que cumplía años, y por ahí lo pasó a buscar su asesino. Lo llevó a la escribanía y ahí lo mató.

“Quiero que se haga justicia. Que esto no quede impune y que Alejandro pueda descansar en paz”. Pudo enterrar a su esposo hace apenas unos días. Y tiene cuatro hijos sin padre a los que sostener, mientras ella misma está desgarrada y sin respuestas.

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