La fiscal de Luján Mariana Suárez, interinamente a cargo de la Fiscalía Nº 10 del Departamento Judicial Luján-Mercedes, solicitó hoy al Juzgado de Garantías Nº 1 convertir en prisión preventiva la detención del escribano Ricardo Baladía (56), dado el grado de certeza requerido para esta etapa de la investigación de que fue quien asesinó al jardinero Miguel Alejandro Pereya en Morón.
En el mismo planteo, la funcionaria planteó que la causa sea enviada a los Tribunales de Morón, lugar en el que está probado se cometió el homicidio y posterior desmembramiento del cuerpo de la víctima. Con este pedido, que seguramente será aceptado por el juez interviniente, Baladía llegará preso al juicio en el momento en que se realice.
En base a información oficial que consta en el expediente y a la que accedió Primer Plano Online, está acreditado que el escribano en las horas previas a las 20 del pasado 13 de mayo le dio muerte a Pereyra (41) luego de asestarle una herida penetrante de arma blanca en la zona del tórax. La causa del deceso fue un “hematoma de mediastino que provocara un paro cardiaco traumático”.

Tras eso, el acusado “fragmentó el cuerpo sin vida de la víctima, lo colocó en el automóvil BMW modelo 528i dominio CRE834, a bordo del cual se trasladó hasta lo zona ribereña del río Luján cercana a las calles Mitre y Padre Salveire, donde intentó descartarse de los restos sin vida de su víctima”. En ese momento fue detenido por personal policial.
Lo que surge del expediente es que, además de lo que declaró a Primer Plano Online la viuda de Pereya, Verónica Soñez, de una acusación de parte de Baladía para con ella y su marido por un faltante de dos relojes en su casa (lo que motivó un allanamiento en la vivienda en la que vive la familia del jardinero, en Villa Tesei), hubo otro episodio que podría permitir una explicación del aberrante suceso.
Como contó la mujer en la entrevista con este medio, a partir del vínculo laboral entre Baladía y Pereyra ella fue convocada para realizar tareas de limpieza en la escribanía ubicada en la calle Almirante Brown 1085, de Morón. Pero, ante la justicia, la mujer aportó otro elemento para intentar explicar por qué dejó de trabajar con él: el escribano le propuso a Soñez mantener una relación sentimental a escondidas de la víctima, lo que ella rechazó. Después llegó el allanamiento en su casa.

Cuando recuperaron el vínculo laboral, Pereyra primero se lo ocultó, pero luego intentó convencer a su mujer de que las cosas iban a ser diferentes. Y vaya su lo fueron: a los pocos meses llegó el aberrante crimen. Para intentar retratar lo tétrico de la situación, un testigo contó ante los investigadores que, poco después de haber matado a su víctima y desmembrado el cuerpo, vio a Baladía “manipulando una hidrolavadora en la vereda de la escribanía”, al tiempo que también notó que “tenía en sus manos un detergente”. Es decir, estaba limpiando la escena.
De hecho, en ese inmueble ubicado a menos de una cuadra del Municipio de Morón, la Policía Científica halló restos hemáticos a modo de manchas de diverso tamaño y características. También encontraron un par de zapatillas pertenecientes a Baladía con manchas pardo rojizas y una cuchilla tipo carnicero de grandes dimensiones, con la que cometió el crimen. Por otro lado, en el baño de la casa Santa Fe al 1000, donde Pereyra solía hacer trabajos de mantenimiento del jardín, los investigadores encontraron prendas de vestir con manchas de sangre.
Al momento de ser detenido, en el auto del escribano asesino estaba el documento de Pereyra, y en el baúl del rodado se encontraron trapos con restos hemáticos, una bolsa de nylon conteniendo material biológico, un balde de plástico de color blanco con restos del cuerpo del jardinero y un serrucho. Además, en el río Luján, los investigadores hallaron un hacha de camping, elementos usados por Baladía para desmembrar el cadáver.