Amelia Armaza tiene 62 años y es enfermera de toda la vida. Pese a ser trabajadora de la salud, también es una persona que actualmente está considerada como dentro de los grupos de riesgo, dado que padeció cáncer de útero, del cual está recuperada pero no de alta médica. Es decir, como paciente oncológica sus cuidados deben ser extremos.
La mujer vive en Morón Sur y el pasado 18 de marzo comenzó con febrícula primero, que se convirtió en fiebre dos días después. Al tercer día en continuado, cuando ya había comenzado el aislamiento preventivo en su casa, decidió llamar al 148 para comunicar su situación. Una ambulancia del SAME Morón fue hasta su domicilio y la médica que la revisó le recomendó ponerse en contacto con su obra social para activar el protocolo por ser un posible caso de coronavirus.
“Tenía febrícula y dolor en el cuerpo. Pero en los últimos dos días la fiebre superaba los 38 grados, por eso llamé a la emergencia. Como después de que vino la médica del SAME me costó comunicarme con mi obra social, tomé todas las precauciones y me fui hasta la clínica por mis propios medios”, contó Amelia a Primer Plano Online vía telefónica.
La vecina no tomó ninguna medicación, como leyó y escuchó que recomiendan las autoridades sanitarias. Llegó a la clínica Tachella, ubicada en Haedo, y de inmediato la internaron por un cuadro de neumonía. Mientras, una muestra de sangre fue enviada al Hospital Posadas para su análisis inicial y descartar que haya sido un caso de Influenza, y como dio positivo de coronavirus siguió viaje hacia el Instituto Malbrán.
Recién el 24 de marzo llegó la confirmación. Era Covid-19, el infierno tan temido. El tratamiento avanzaba con medicación endovenosa y antibióticos vía oral, y un antitérmico de primera instancia hasta regular la temperatura. Y luego del resultado de laboratorio el abordaje clínico siguió siendo idéntico. Los médicos repitieron las placas radiográficas, hicieron una tomografía y, luego de siete días de medicación, el pulmón estaba como corresponde. Léase, lo peor ya había pasado.
Recién ayer lunes a Amelia le dieron lo que se conoce como alta transitoria, y pudo volver a su casa. A seguir en estricto aislamiento, sin contacto más que telefónico con sus dos hijos varones y sus dos hijas mujeres. Lo que le falta, para recibir el alta definitiva, es que llegue una tercera muestra de laboratorio que indique que está recuperada totalmente, cosa que ella, en su organismo, ya siente.
“Lo más serio y triste es lo que pasa cuando te confirman el cuadro. Uno se siente totalmente desamparado. Si bien yo ya estaba aislada y tenía guantes y barbijos, igual es fuerte. A mí no me permitieron recibir visitas ni tener contacto con el exterior. Es muy limitado incluso el acceso a la habitación de médicos y enfermeros”, describió Amelia.
Su situación actual es de inmunidad pasiva, es decir, no debería volver a contagiarse. Pasó 20 días aislada entre su casa y la clínica, y sigue en esa condición porque vive sola. Asegura que la atención médica que recibió fue “excelente”, y que la sacó barata, porque además de ser una paciente inmunocomprometida es fumadora.
Pero se anima, pese a la aventura sanitaria que vivió en el último mes y a no restarle magnitud a la pandemia, a dejar un mensaje optimista. “Tener coronavirus no significa que nos vamos a morir. Lo que se vive en soledad cada individuo lo puede manejar. Pero siempre hay esperanza”, concluyó.