La introducción de este artículo refiere inevitablemente a lo que está plasmado en el expediente judicial de una causa que va a dar que hablar, mucho más a partir de la revelación de Primer Plano Online. La noche del 16 de junio de 2020, alrededor de las 20.09 personal policial del Comando de Patrullas de Merlo, respondiendo al alerta impartida por sistema de emergencias 911, se constituyó en la intersección de las calles Sucre y Esquiú, en la localidad de Libertad.
Los agentes tomaron conocimiento de que mientras Norma Andrea Caballero realizaba una compra en el almacén allí existente, su esposo, Federico Mariano Rivero, quien la aguardaba en el interior del Renault Sandero color azul de la pareja, fue abordado por dos sujetos masculinos, quienes mediante intimidación con arma de fuego le sacaron su riñonera y dos teléfonos celulares del matrimonio. También intentaron sustraerle el vehículo, pero debido a la resistencia opuesta por hombre, chofer de la empresa La Perlita, le efectuaron un disparo de arma de fuego que impactó en el tórax. La bala le provocó heridas de tal magnitud que minutos más tarde le provocaron su deceso.
Hasta ahí la descripción del violento hecho, que causó conmoción en el barrio La Blanquita, a punto tal que dos días más tarde gente de la zona destrozó una casa desde la cual aseguraron habían salido los delincuentes que cometieron el crimen y a uno de los jóvenes que estaba allí lo arrojaron al fuego. Ese muchacho, que está vivo de milagro, todavía tiene secuelas en su organismo. A lo largo de esta nota hay más detalles de esa secuencia.
Para la justicia, el crimen de Rivero constituye los delitos de robo agravado por el empleo de arma de fuego, portación ilegal de arma de fuego de guerra y homicidio agravado criminis causae cometido mediante el empleo de un arma de fuego, todos ellos unidos materialmente por regla concursal. La pena en expectativa por ese hecho no es otra que perpetua.
Pero detrás del crudo relato de un caso que revolucionó a un barrio hay otra historia. Desde pocas horas posteriores hay dos detenidos, con prisión preventiva ratificada por la Cámara de Apelaciones de Morón, además de la Justicia de Garantías. Uno de ellos es Sergio Ariel Armoa, a quien no sólo le secuestraron el arma homicida (un revólver calibre .38 SPL marca Detective con numeración suprimida) sino que también lo involucra en el crimen huellas dactilares de los dedos medio e índice de la mano izquierda en el rodado de la víctima. Sobre él no parece haber dudas de que fue el asesino.
El otro privado de su libertad es Jonathan Acosta, que es justamente quien se contactó con Primer Plano Online para contar su situación y explicar que es “inocente”. A lo largo de la entrevista de media hora, que este medio fragmentó en tres partes, contó qué estaba haciendo en esa jornada, asegura no entender por qué lo involucraron los dos testigos que lo señalaron como autor del hecho y desmiente muchas de las cosas que se dijeron en la investigación. “Ah, sos vos”, fue lo que la viuda de Rivero lo contó a la justicia que esa noche Acosta le dijo cuando la miró a los ojos, cuando su marido agonizaba tras el balazo. Hay otro vecino del barrio que declaró haberlo visto con Armoa.
“Ese día me levanté a las 6.30 de la mañana, me dirigí a mi trabajo en Ramos Mejía donde estuve todo el día, hasta las siete y media de la tarde. Después me tomé el tren hasta la estación de Merlo. Recuerdo perfectamente que crucé el túnel, hice dos cuadras y esperé el colectivo en avenida del Libertador y Riobamba. Fui a la casa de un amigo llamado Lucas, que no estaba, me quedé unos minutos ahí y me fui a mi casa del barrio Los Pinitos, en Libertad”, explicó Acosta.
“No estuve en el lugar del hecho y hasta el día de hoy me preguntó por qué me acusa la señora Andrea, que es vecina mía, a la que conozco de hace años. Jamás tuvimos un inconveniente, nunca le falté el respeto ni a ella ni a Federico. Con mi abuela tenemos un negocio en La Blanquita, y ella me conoce desde que tengo diez años”, agregó el detenido.
Acosta desmiente que la viuda de Rivero haya cuidado a su hija y a su abuela, como Caballero expresó en los medios y la mujer reiteró ante la consulta de Primer Plano Online. También desmintió que el celular que le robaron a la viuda de Rivero las antenas hayan indicado que estaban en la casa de la abuela de Acosta. “Es totalmente mentira. Es más: jamás allanaron mi casa. Fui yo a la comisaría a hacer una contra denuncia, porque en el barrio me estaban acusando de un crimen que yo no cometí”, aseguró el joven.
La coartada de Acosta no fue corroborada aún en la justicia. Afirma tener mensajes de WhatsApp enviados desde arriba del tren, cuando conversaba con su esposa, empleada administrativa en una unidad sanitaria en Merlo. “Me pregunto todas las noches por qué me involucran. Pienso que se confundieron, seré parecido a la otra persona. Está bien que tengo antecedentes, pero desde que nació mi hijo, hace tres años, mi vida cambió totalmente, y me dediqué al trabajo”, expresó.
Jonathan tiene 28 años y es papá de Mía, de 7, y de Santino, de 3. Alberto es un compañero de trabajo que viajó con él esa noche y que todavía no atestiguó en la causa porque perdieron contacto. “Fui a entregarme de buena fe, porque no tengo nada que esconder y sé perfectamente lo que hice ese día. Es más: a mí, el fiscal (Fernando, de la UFI Nº 2 de Morón) Capello, que fue el primero que leyó mi causa, me lleva a declarar después de un mes”, contó. Su declaración figura en el expediente (ver más abajo) y ratifica lo que dijo en la nota con este medio.
Se pregunta si las cámaras de seguridad de aquella noche la justicia las pidió. Su celular está incautado en los tribunales: es un elemento clave que puede determinar si estaba o no en el lugar del crimen. A las 19.30, la antena del teléfono de Acosta impactó en Villa Sarmiento, cerca de la verdulería en la que trabajaba.
Ahora se encuentra privado de su libertad en la Unidad Nº 1 de Olmos, pero pasó seis meses entre la comisaría 1ª de Merlo y luego de seccional 3ª de Parque San Martín. Un conocido en esa segunda dependencia le confesó que sabía que él (Acosta) no tenía nada que ver. Sergio Armoa, el acreditado en el expediente como asesino de Rivero, en ese diálogo expresó: “yo lo maté, este pibe no tiene nada que ver”. Y dice saber que hay un joven, que cayó preso por un robo, le confesó que era él el cómplice del asesino.
A poco del crimen del chofer, en el barrio se desató la violencia. Un grupo de justicieros tiró al fuego al cuñado de Acosta. Una horda de personas se presentó en la vivienda de la familia y prendió fuego a Nicolás Herrera, su cuñado (hermano de su esposa), que todavía se intenta recuperar de las heridas. “Yo quiero justicia por Federico Rivero, pero también quiero justicia por mí, porque no tengo nada que ver con el hecho”, reiteró.
Además de la viuda del colectivero hay otro testigo que lo ubicó a Acosta en el lugar del crimen y lo acusó directamente, con nombre y apellido. Pero entre el relato de la mujer y el que brinda ese testigo hay una contradicción: mientras Caballero asegura que el que disparó fue Armoa, el vecino dice que fue Acosta. “Eso se va a aclarar en el juicio”, le dijo a Primer Plano Online el abogado Hugo López Carribero, defensor de la familia de la víctima fatal.
Sobre eso Acosta manifestó. “Se encontró el arma homicida, y huellas mías no hay, porque nunca la toqué. Creo que se sacan 16 o 17 huellas de la camioneta, donde la señora Andrea asegura que yo toco el volante, el retrovisor y reviso la camioneta por dentro: nunca se encontró una huella mía, porque no estaba en el lugar del hecho”.
“Andrea nunca dijo que había sido yo cuando denunció. Si ella me hubiera conocido, como dijo, no hubiera dudado en mencionarme con nombre y apellido. ¿Por qué no lo hizo?”, se pregunta. Lejos está de el espíritu de este artículo poner en cuestionamiento el testimonio de una víctima, como es en este caso la viuda de Rivero.
Para cerrar la charla, Acosta dejó la inquietud de saber cuánto tiempo duran las grabaciones de las cámaras de seguridad de las estaciones de tren en las que dijo estar. “Solamente le pido a la justicia que investigue como tenga que investigar. Soy una persona inocente y nunca me voy a hacer cargo de algo que no hice. Que la justicia haga justicia por Federico y por mí. Que paguen los verdaderos culpables”, concluyó.