El Tribunal Oral Criminal Nº 3 de Morón condenó a 30 años de prisión a un sujeto que violó en reiteradas ocasiones, siempre por vía anal, a la hija de su concubina. Según se probó en el juicio en base al relato de los especialistas que constataron las serias lesiones que padeció la chiquita, los hechos ocurrieron entre 2013 y 2015 en dos domicilios de Villa Tesei en que la menor vivió con su mamá y el abusador, además de un hermanito de recién nacido hijo de la pareja.
José Luis Verdugo fue encontrado culpable en el juicio por los jueces Diego Bonanno, Mariela Moralejo Rivera y Juan Carlos Uboldi de los delitos de abuso sexual con acceso carnal cometidos contra una menor que actualmente tiene 12 años, agravado por convivir el autor con su víctima en concurso ideal con corrupción de menores, además de la declaración de reincidencia por tener condenas previas. Los hechos fueron cometidos en fecha indeterminada pero en el periodo comprendido entre el año 2013 y julio del año 2015, cuando la nena al fin pudo comenzar a relatar su calvario.
CÓMO SE DESCUBRE UNA HISTORIA DE ABUSOS
Durante las vacaciones de invierno del 2015, A. le había solicitado insistentemente a su madre le permitiera ir a pasar unos días a la casa de su tía materna. El mismo día que llegó a esa vivienda, ubicada en José C. Paz, la hermana de la mamá de la nena -personaje clave en la trama develada en el juicio- advirtió algo que le llamó la atención: al besar en la frente a la niña, la chiquita se quejó de dolor. Notó que tenía un moretón y, al interrogarla al respecto, recibió como explicación que su madre la había tirado de los cabellos, luego de lo cual le estrelló la cabeza contra un marco de una puerta. Fue el hilo que luego comenzó a desatar un nudo del horror que la menor llevaba consigo.
Con el correr de los días empezó a prestar más atención en la conducta de A., y se percató que, a pesar de vincularla con otros niños y primos, el patrón más importante de su personalidad era la tristeza. En dicho marco fue que observó algunos dibujos que la nena hacía y se los mostró a su prima quien a su vez se los llevó a una psicóloga. La profesional recomendó indagar sobre el tema, porque eran indicadores “de una tristeza profunda y hasta de un posible abuso”.Por esos días la tía trató de profundizar algún diálogo con la niña, incluso llegó a preguntarle: “¿José te hizo algo?”. Las respuestas de la nena fueron evasivas, y limitó su relato al maltrato físico al que era sometida, al igual que su hermano menor, y algún otro episodio que “claramente se vinculaba con el consumo de drogas” por parte de su condenado.
Y entonces comenzó lo más aberrante de la historia. La tía de A. le fue a hablar directamente y sin intermediarios a la mamá de la nena, su propia hermana. Le contó todo lo sucedido, pero recibió como terminante respuesta: “pongo las manos en el fuego por José». Así fue que llegó el último día de las vacaciones y con ello la obligación que A. regresara con su madre: ahí se produjo un pedido angustiante y desesperado de la niña, que le rogó a su tía que “por favor” no la reintegre con José, que ella no quería quedarse sola con el mismo.
DENUNCIA E INVESTIGACIÓN
En ese mismo momento, la tía de A. radicó la denuncia y tomó inmediata intervención un equipo interdisciplinario de Comisaria de la Mujer de Hurlingham. Al mismo tiempo, la mujer pidió la tenencia de su sobrina para evitar que vuelva al hogar materno, en donde sufría las vejaciones. Una psicóloga del servicio local de ese distrito concluyó rápidamente que A. presentaba “indicios de maltrato físico y abuso”, por lo que aconsejó poner a resguardo a la menor. Además, iniciar un tratamiento con otra profesional para que la niña se abra y pueda contar su calvario.
Allí la pequeña, a través de varias sesiones, comenzó primero con la descripción de la violencia física que le practicaban tanto su madre como su pareja, y siguió el relato de las violaciones sistemáticas cada vez que la mamá se iba del domicilio a trabajar y ella quedaba a cargo de José. Precisó también que eso sucedió en dos domicilios diferentes en que la familia vivió, y que si bien A. nunca admitió haberle confesado eso a su madre, fue clara en señalarle «que nunca le creían, y si contaba algo le pegaban».
En cuanto al abuso, contó que siempre era por la cola, que el sujeto utilizaba gel y a veces preservativos para hacerlo. A la hora de describir valorativamente el relato de la niña, la profesional que la atendió indicó que evidenciaba “una carga de angustia muy alta, a tal punto que tenían que interrumpir su relato y llevarla a otro terreno para permitir que A. fuera medianamente compensada y contenida”.
La profesional, que fue también clave para descubrir los padecimientos de la pequeña, reveló en el juicio que “el grado de la lesión anal de la menor no lo había visto nunca”. Además, narró que jamás encontró indicadores de fabulación en el relato de la nena, que nunca sus dichos resultaron guionados y siempre se expresó con libertad, más allá de la dificultad para abrirse y contarlo. Es más: la psicóloga sostuvo que una niña de 9 años “no podía de manera natural poseer la información que A. tenía sobre placer sexual y relación sexual”.
EL JUICIO
Julieta L., la mamá de A., ratificó en el debate que «no le cree a su hija», que ponía “las manos en el fuego” por su pareja, aunque frente a la evidencia que le fue presentada no le quedó más remedio que reconocer que la nena había sido abusada. De todos modos, negó que haya sido su pareja el violador, y señaló que podría haber ocurrido en las ocasiones que la niña iba a algún lado y no estuviera bajo el cuidado de ella.
“El problema no es lo que dijo, el problema es lo que siente”, expresó en el fallo el presidente del tribunal, Diego Bonanno. “Sus valores y principios son repulsivos, exhibe como bandera la degradación de la conducta humana, reniega de su rol de madre, no ejecuta el más mínimo gesto de protección hacía su hija, tiene la evidencia ante sus ojos, la niega y hasta se permite castigar con brutalidad física el pedido de auxilio de su propia hija”, continuó en el fallo que leyó en detalle Primer Plano Online. Después del veredicto unánime de los jueces, la mujer será investigada por la victimización que sufrió su hija a manos de José Verdugo.
Durante el juicio, Verdugo sólo tuvo palabras para explicar que quería de igual manera a A. que a su propio hijo, de dos años. Insólitamente contó que nunca, en todos los años de convivencia, se quedó a solas con la niña, y dijo no saber por qué la menor lo imputaba. Pero el cuadro probatorio en su contra fue contundente.
El condenado registra como antecedente, con fecha 18 de marzo de 2010, una pena de cuatro años de prisión como coautor penalmente responsable del delito de robo agravado por su comisión en poblado y en banda y con la intervención de un menor de edad. Por ese motivo se dictaminó la reincidencia.