“¿Es mejor, entonces, dejarse matar?” La pregunta hecha desde la angustia fue planteada por Viviana Villalba, la mujer que fue víctima del incendio en su peluquería de Ituzaingó y que hace dos años está con tratamiento médico y psicológico como consecuencia de la violencia ejercida contra ella por su expareja, el médico jubilado Hernán Alejandro Maña, que acaba de ser condenado por la justicia, pero a la menor pena estipulada en la escala por el Código.
El juez Marcos Javier Lisa, del Tribunal Oral Criminal Nº 5 de Morón, llevó adelante el juicio en el que declararon sólo ella y él, por separado. El debate se desarrolló con los elementos aportados por la instrucción de la causa, que estuvo a cargo de la fiscal Marina Rueda. Maña llegó detenido y acusado de los delitos de daño simple -los dos hechos con pintadas agresivas en la casa de la víctima, en Castelar sur-, e incendio calificado por haber puesto en peligro de muerte la vida de las personas, todos ellos en un contexto de violencia de género.
La primera en dar su versión de lo ocurrido fue la propia Villalba, quien refirió que conoció al sujeto a través de la aplicación Tinder. Hablaron un mes por la red, luego se encontraron a tomar un café y coincidieron en que ambos buscaban una relación seria. Él se había separado en “buenos términos”, le contó.
Cuando entablaron el vínculo, Maña iba los fines de semana a su casa de Castelar, y a ella le llamó la atención una particularidad: siempre tenía el celular descargado, y lo dejaba así hasta el lunes porque sino sus hijos “lo molestaban”. “Sólo agarraba el teléfono cuando iba al baño o cuando yo lavaba los platos”, refirió la mujer. Y así comenzó el goteo de una violencia que fue principalmente psicológica: de la nada él se ofendía o se enojaba, y después se le iba. A modo de ejemplo, ella contó que Maña se martillaba un dedo y le echaba la culpa a ella con la frase “mirá lo que me hiciste hacer”. Ese tipo de maltrato pasó a ser constante.
Hay un capítulo que fue vital para la sentencia: ella hizo públicos algunos videos de él en su casa. Según su relato fueron subido a la red social Tik Tok con el consentimiento de Maña: uno haciendo gimnasia en una bicicleta fija y otro cocinando. En los próximos párrafos quedará explicitado por qué son elementos claves para la condena.
Lo cierto es que la relación se había desgastado por varios episodios que a la mujer la hicieron sentirse convencida del maltrato que padecía hasta un punto en que incluso el sujeto le reconoció que hablaba con “otras minas” a través de Tinder, con lo cual ella lo echó de su casa. Desde el 21 de agosto de 2020 no volvió a verlo y lo bloqueó de todos sus contactos, hasta que un día recibió el llamado de un número desconocido, atendió el del otro lado una voz le preguntó: “¿cómo te ves en el velorio de tus dos hijos juntos?”.
Luego llegaron las frases escritas en el paredón de su casa vinculadas con hechos de la intimidad y también en el frente del negocio de Medrano al 100, con comentarios hirientes e intimidatorios. Además, en cada publicación que Villalba hacía en redes sociales, Maña le escribía: “sos una infeliz, un mamarracho, sólo sabés juntar baldes de agua”, que ella debía borrar. El punto cúlmine de la violencia fue el incendio en el local.
LA CONFESIÓN Y LA CONDENA
A la hora de declarar ante el juez Lisa, Maña contó que trabajó 37 años en el hospital Fiorito, donde se jubiló, que siempre vivió cerca del nosocomio y ayudó a sus vecinos porque tiene “vocación de servicio”. “Siempre respeté a los demás, jamás quise hacerle daño a otra persona”, se excusó, mientras en paralelo confesó haber sido el autor del incendio intencional. Habló de una relación de “no más de un año” con la víctima, vínculo que definió como “tóxico” y que varias veces intentó cortar.
Con la pandemia señaló que sufrió “miedo a morirse”, una “psicosis de jubilado”, indicó. Se encerró en su casa y empezaron a llegarle fotos suyas en ropa interior, y que “sintió mucha vergüenza”. Le mandó una carta documento a Villalba para que dejara de publicarlas en redes, pero “era peor”. “Por eso tomé una maña decisión”, le dijo al juez. Es decir, reconoció que se equivocó. Para el magistrado ese hecho fue un atenuante en la pena. También desmintió haber tenido relaciones paralelas mientras estuvo con ella.
Pese a que había más testigos previsto declarar, con esos testimonios alcanzó para fijar una teoría del delito. Es decir, hubo confesión del acusado de los hechos que cometió, y el imputado no tenía condenas previas. Por eso, si bien el fiscal del juicio, Pablo Masferrer, propuso como agravantes la extensión del daño causado, particularmente el económico y el psicológico, y la violencia de género ejercida hacia la víctima, la decisión del magistrado fue de aplicarle tres años de prisión de cumplimiento efectivo a Maña y que se haga cargo de las costas del juicio.
Es, en la escala penal, lo mínimo que contempla el Código. “Una se va muriendo lentamente con este tipo de cosas. Siento que perdí el tiempo, mi salud, y me siento muy mal otra vez con esta condena. Rompió perimetrales, me hizo macumbas, me amenazó por teléfono, hace dos años que estoy en tratamiento psicológico y sufrí un daño económico tremendo. Pero no alcanzó: le dieron el mínimo y otra vez vuelvo a estar en peligro”, reflexionó Villalba tras conocer el veredicto en conversación con Primer Plano Online.