Es imposible no considerar que el sanguinario crimen de Marcos Sosa (27), el albañil masacrado a golpes en el barrio San Alberto, de Ituzaingó, como un asesinato con alevosía y, además, como una víctima que no tenía nada que ver con el motivo en disputa entre miembros de una misma familia a la que él no pertenecía. Fue ultimado a golpes, todavía no está claro con qué elementos, y murió en el mismo lugar a donde había ido a trabajar. ¿El motivo? Intentó mediar para frenar una pelea entre hermanos que se había tornado en pesada. Pero su acción, similar a la que cualquier persona de bien podría ejecutar en medio de una fuerte discusión que se va a las manos, le costó la vida.
Ruth, hermana de Marcos y vocera de la familia, describió a Primer Plano On Line cómo fue la muerte del muchacho. “Lo que nosotros sabemos es que mi hermano trabajaba en un country con mi padrastro pero ese día se quedó dormido y no fue, y decidió ir a la casa de esta gente donde estaba haciendo una changuita los fines de semana”. Ese hecho, lamentablemente, fue el principio del fin para el joven.
“Justo ese día él terminaba el trabajo, y como era gente conocida, del barrio, fue para allá. Al terminar el día y antes de irse se queda charlando con esa familia. Y en eso llega alcoholizado el hermano del dueño de la casa, con quien se ve que tenían una disputa familiar, y empezaron a pelearse fuerte”, explica Mili según la historia que logró reconstruir en base al relato de testigos. El agresor no estaba sólo, sino que había ido con otras personas a ese domicilio, pero la reyerta a golpes de puño igual fue entre hermanos, mano a mano.
Pero Marcos estuvo en el lugar equivocado y a la hora que no era la indicada. Se metió para frenar la pelea y Adrián Ortiz directamente se la agarra con él, cambiando el objeto de su furia. “Marcos no se esperaba que este tipo lo arrebatara así. Le empezó a pegar, cayó al piso y ahí lo remató con todo lo que tenía a mano. No sabemos todavía con qué pero sí sabemos que mi hermano tenía, por lo que indica la autopsia, fractura de cráneo, de columna, de costillas. Y murió en el acto”.
Cuando la familia del albañil llegó al lugar, el joven ya estaba muerto por las tremendas heridas que recibió. Y el sanguinario asesino se fugó. Está en etapa de investigación si las otras personas que acompañaron a Ortiz hasta el lugar participaron en la agresión. A partir de ese hecho, la Policía inició la búsqueda. En una primera instancia allanó el domicilio de la calle Santa Cruz 2655, de Ituzaingó, que estaba vacío. Pero la pesquisa continuó hasta su detención de ayer, en el Barrio La Unión, de Ezeiza.
Como parte de las diligencias para llegar hasta el acusado hubo otro allanamiento ordenado por el fiscal Marcelo Tavolaro en una vivienda alternativa del supuesto homicida, en Argerich al 1800 de Merlo, donde se incautó la carabina semi automática calibre .22 sin marca y con la numeración suprimida, un cargador con seis cartuchos, una caja con 50 municiones calibre .22, dos balas de pistola 38 milímetros, un cartucho de .32, y un revólver 22 corto también con la numeración suprimida y sin municiones.
“Fue un crimen con alevosía, porque sabemos que mi hermano estaba inconsciente, el asesino le siguió pegando y después se dio a la fuga”, agregó Ruth, que organizó una marcha por justicia y agradece el apoyo recibido por sus vecinos. Pero también extiende su gratitud a los efectivos policiales que “no durmieron por 10 días” para encontrar a Ortiz y estuvieron a disposición de la familia. Se trata, según enumeró, del comisario Edgardo Benítez, del subcomisario Ismael Carmona, de los tenientes Adrián Mondragón y Marcos Amar. “Hicieron todo para encontrarlo y a nosotros como familia nos contuvieron en un momento dramático”, cerró la hermana de la víctima.