Por Cecilia García (*)
La manifestación dada en llamar “Atlanticazo” expresó su oposición a la explotación offshore en la Cuenca Argentina Norte del Mar Argentino, ubicada a 300 km de la costa de Mar del Plata. También exige el abandono de los combustibles fósiles y la no ampliación de nuevas fronteras extractivas en el país.
Las movilizaciones se llevaron a cabo tras la confirmación de que el buque que realizará la exploración sísmica a 300 km de la costa de Mar del Plata llegará en pocos días a la ciudad costera. Por esta razón, las organizaciones ambientalistas han convocado a un nuevo “Atlanticazo” en diferentes puntos del país.
La Asamblea por el Mar Libre de Petroleras denuncia a los gobiernos y al poder judicial quienes entregan la biodiversidad y la soberanía. El proyecto de exploración offshore es la “nueva Vaca Muerta”, una promesa de dólares para pagar la deuda contraída con el FMI, y que tiene como principal objetivo extraer gas y petróleo en el mar argentino.
Los distintos argumentos del Estado, las empresas y corporaciones a favor del extractivismo en el mar Atlántico se basan, en primer lugar, en la inexistencia de antecedentes de daño ambiental en el país. Sin embargo, es cierto que las empresas no están obligadas a reportar los derrames y por otro lado, está comprobado que tampoco existe una actividad petrolera sin probabilidad de derrames.
La actividad provoca enormes daños en el ecosistema marino, afectando y dañando la flora y fauna marítima. A pesar de esto, las exploraciones ya fueron aceptadas y existe un riesgo permanente de derrames en el mar.

Las consecuencias económicas también son significativas, ya que es una zona que vive del turismo y de la pesca, actividades que ante cualquier derrame serían perjudicadas.
En este contexto, existe un Tratado de Altamar, pero Argentina se encuentra entre los 112 países que no han firmado el acuerdo para preservar los océanos. Este tratado presenta beneficios, como es la expansión de la red de áreas marinas protegidas, el compromiso para conservar el 30% del océano y la tierra, además de un estándar internacional para las evaluaciones de impacto ambiental.
En este contexto no hay que dejar de lado que el candidato más votado en las PASO fue Javier Milei, un negacionista del cambio climático, que defiende la libertad para poder contaminar los cursos de agua.
(*) Cecilia García es Técnica en Gestión Ambiental