Hasta que llegó el tiempo de “Quedate en casa” Gimena producía diferentes eventos artísticos y vendía sus panes rellenos en la calle Avellaneda de Flores donde están los comercios mayoristas de ropa. Trabajaba mucho con las mujeres que llegaban desde todo el país a abastecerse allí “creando un servicio que incluía la escucha, un microsegundo de conexión espiritual y la decodificación de lo que ellas requerían más allá del alimento físico: “esta persona está apurada, necesita mi eficacia” o “necesita conversar”- se decía según percibía.
En aquel tiempo ofrecía una carta de once panes rellenos línea gourmet, veggie y clásico abonando a la idea de comida saludable al paso. Se propuso transformar la creencia de que comer en la calle podía ser algo descuidado. “Hay culturas como la mexicana donde se honra el hábito callejero y me gustó incluir esa mirada”.
Así surgió el nombre “Amor y Pan” que luego se mudó a la tienda física -ubicada en Albarracín 1044 en Hurlingham– nacida en plena pandemia cuando ya no pudo trasladarse para vender sus creaciones de masa madre ni producir teatro. Cuando le tocó como a tantos enfrentarse al “¿y ahora qué?”, desde lo que define como instinto de supervivencia aceptó el ofrecimiento de una amiga para ser nodo de entrega de bolsones de frutas y verduras agroecológicas que otros organizaban virtualmente.
En la casa que habitan con su hijo Fidel desde el 2018, un jueves dijo que sí a la propuesta y al martes siguiente abrió las puertas para recibir a quienes buscarían los pedidos. Nunca se imaginó que el primer día, en una cuadra de un barrio sin gente en las calles, llegarían noventa personas.
Gracias a la vecina de enfrente que vende flores los esperó con protocolo impecable y el espacio repleto de colores y aromas. A cada uno le contó que al otro día empezaría a vender ahí mismo sus panes rellenos. A la mañana siguiente una amiga la ayudó a amasar porque ella lloraba de susto y cansancio pero en un rato se repuso y empezaron a salir los panes de molde. Los bautizó a todos con el mismo primer nombre “Amor” y de segundo Cotidiano –“Amor Cotidiano”- Gitano, Francés, Propio, Salvaje, A primera Vista, Norteño, Intenso y el Más Amor por Favor.
Sumaron algunos productos artesanales de otros emprendedores y sin darse cuenta inauguraron un lugar que hoy se define en movimiento constante. Reconociéndose siempre atenta a la frase de Bielsa “tenés que fijarte lo que te pide la jugada” en los días de “sólo esenciales” fue armando estructura visualizando que la gente tenía que llevarse, además de bolsones, “una experiencia de”… paseo, flores, un pan caliente. Entonces organizaron eventos pandémicos como el del día de la Pacha Mama con ritual del pozo y vendieron caña con ruda; el día del Niño entre bicis llevaron un payaso malabarista y el 9 de julio pusieron música folklórica a todo lo que da. Además, porque la “obligaron” dos clientas, Gimena empezó a ofrecer bandejas de desayuno originalísimas.
Se define desafiante y su intención más genuina es modificar paradigmas confiando en la intuición como ritmo de vida, como un flujo creativo que no se obstaculice por expectativas de resultados demasiado concretos a largo plazo. Que el enfoque esté puesto en la manifestación del paso a paso.
“Por eso el espacio actual no lo visualicé así como es hoy; solo imaginé calidades y energías. Cuando llegué a esta casa que era de mi bisabuela Margarita y la habían habitado mis abuelos, supe que era demasiado grande para mi hijo y para mí. Con tanta vajilla inglesa y otros objetos impregnados de valor sentimental fue una certeza que tenía que montar un restaurante. Jugar con los elementos que pertenecieron a mis abuelos me invita a reivindicar mi propia historia. Vienen muchas señoras grandes que se emocionan cuando ven que un estante es la tabla de planchar de mi abuela y el pan se sirve en la madera acanalada donde lavaba la ropa”, cuenta.
“Cada día me confirmo en que no hay un consumo “frívolo” de lo que ofrecemos” explica Gimena. “La gente que llega saca fotos que sube a las redes y cuando las ves son poesía; acá fluye amor. Emprender desde ese ejercicio cuando recibo el cajón de tomates, cuando se arma el equipo de empleados basados en principios claros, los límites de manera amorosa, el dar y recibir, los horarios saludables, el comunicar, la comprensión de que quien se suma está ingresando también a mi casa-templo. Hay una concepción de lo sagrado, que requiere ser honrado por quienes entren”.
Fede cocina todas las mañanas el pan escuchando música clásica y “cuando empezó me decía que parecía una utopía lo que yo planteaba. Pero es posible. No mido tantas horas, tanta plata; me interesa el trabajo en equipo. Por supuesto que con premisas: la impecabilidad del trato, la coherencia, cumplir los acuerdos de todas las partes. Sé que en un grupo de ocho personas me voy a encontrar con temas a resolver. Entonces activo el respirar, recibir, resolver humanamente”.
Abierto de jueves a domingos en Amor y Pan fluye el buen trato a conciencia, una identidad gastronómica. “Cuidamos desde el modo de elegir los productos, como cocinarlos, lo que escuchás, los aromas, las texturas. Nos esmeramos por brindar un ritual de comida multisensorial. Que todo colabore con estar en el presente, que nada perturbe. Siento que este espacio representa mi momento de cosecha”, concluye orgullosa Gimena.